miércoles, 25 de septiembre de 2019

Cartas para dejar de amar amando (Hijas también de un…spinociano)



Cartas para dejar de amar amando

(Hijas también de un…spinociano)






Por: Ivannsan Zambrano G


Nota de contextualización

La última versión que tengo de estas cartas es aquella registrada el 14 de mayo de 2014. Debí haber comenzado a escribirlas a principios de ese año. Posterior a esa fecha, algunas veces volví a ellas, señalé algunos apartados y trabajé otros. Desde esa época al momento actual, las compartí con aquellos que como yo transitaron el desamor, a su vez, las discutí con algunos que por una u otra razón tuvieron la oportunidad de leerlas. Finalmente, a inicios de septiembre del año en curso (2019) he decidido terminarlas. Cumplo más o menos seis años de trabajo y pensamiento en torno a este escrito y su contenido en mi experiencia amorosa y de desamor.
Todo ha finalizado. Me he recuperado. Estas letras, esta composición de palabras hizo parte del camino. Es importante destacar que el estilo de escritura de las cartas (literario, casi poético) puede hacer pensar que aún hay dolor, y por supuesto que lo hay, pero entendido de una forma distinta, una que no se padece, sino que oficia como terreno de trabajo, de reflexión y preparación de sí, para nuevos amores, nuevas relaciones, una que me ubica en un estado de crecimiento, sabiduría y tranquilidad. El amor es una alegría acompañada por la idea de una causa externa, en este caso, inicialmente dolorosa, empero, he logrado que deje de ser una experiencia dolorosa, una triste, y se inscriba en una alegre.
Espero, en la medida de lo posible, pueda ayudar a otro a comprender el amor y llegado el caso, vivir con sabiduría el desamor. Debo reconocer una gran influencia de Baruch Spinoza en la redacción de las mismas. Hice del pensamiento de Spinoza y otros pensamientos filosóficos, una experiencia, y en el seno de ella trabajé mi sanación. 

A ella, (en todas y en todos), que hizo de lo interno una fuerza potencializadora.


1



No encuentro un camino, una ruta, un método, una instrucción, un consejo, en suma un horizonte que me de los instrumentos necesarios para dejarte de amar. Sí, sé que debo fabricarlos por mí mismo, a nadie más que a mi le corresponde esa inmensa y al parecer difícil tarea. En el terreno de esa búsqueda, esa fabricación, muchos creen que en manos de un otro superficial y fugaz o actividades que rutinizan el alma, podrán resolver la ausencia de un amor, ¡esas son falsas creencias! pues, al pasar del tiempo, descubren que confiaron la solución de su dolor en algo externo a sí mismos y se ven condenados a vivir de otro o de una actividad y no de sí y peor aún, pierden la posibilidad de adentrarse en sí mismos y saber de qué son capaces, de que fueron capaces y en suma el grado de sus fuerzas. En todo caso, sabiendo que sólo yo y nadie más que yo puede hacerlo, he decidido dejar en este diario, en estas letras la una de las más grandes pruebas que afrontado en mi vida, como te escribí alguna vez, si supero esta prueba, deberé poderme acercar a ti, sintiendo de nuevo que me aumentas como un amor de alegría y no me disminuyes como una sensación de tristeza.

Siempre sostuve que estoy siendo muchos a la vez, como que me hago de muchas relaciones, de muchos individuos ¿Recuerdas esas conversaciones en las que sosteníamos que en los encuentros nos hacemos humanidad, que en los encuentros nos tejemos la identidad y nos fortalecemos la existencia? Hay encuentros que nos posibilitan crecer y otros que nos detienen o disminuyen el crecimiento. Un encuentro, acaso uno de los más intensamente alegres, aconteció hace ya casi dos años, me relacioné con un hombre hecho de muchos individuos, con él he podido entender un poco el que se me dificulte odiar, más aún, he intentado hablando con él, entender por qué debo dejar de amar amándote. Se trata de Baruch de Spinoza. Él, junto a otros autores, y algunas corrientes espirituales y filosóficas, nutren mi reflexión.

Con el paso del tiempo y en beneficio propio y también tuyo, he venido llenándome de fuerzas para enfrentar lo que al día de hoy es una realidad, esto es, nuestra definitiva separación. Cada uno a su modo, se la suponía, se la imaginaba y de una u otra forma la esperaba. Este escrito constituye una suerte de investigación que me ha llevado a preguntarme por el amor y la vivencia del desamor. A través de él he buscado desesperadamente valerme de argumentos que posibiliten en la distancia y a pesar de todas las cosas buenas o malas que pasaron o puedan suceder, que te siga amando, pero de una forma distinta, tal vez de la mejor forma; el amor adecuado, esto es, el amor que se vive en el pensamiento y que sin desprenderse de las pasiones, hace de aquellas negativas un lugar siempre positivo, un amor que sumergido en la pasión, se expresa en y por el pensamiento, (que es la única forma), pues nadie obra si su espíritu no impulsa al cuerpo.

Dejar de amarte amándote suena contradictorio, pero no lo es. El amor es una sensación de bienestar que vivifica la vida, haciendo de la existencia una existencia intensificada, una existencia que ha de perseverar en sí misma, pero de forma distinta, esto es, en la búsqueda de la claridad y la sabiduría. El amor nunca resulta estéril o improductivo, siempre porta en sí energía que alimenta el alma, por tanto, para dejar de amar hay que amar con más intensidad, pues, los corazones lastimados, golpeados y afectados se curan y suelen vitalizarse cuando así se lo proponen, aquellos que se protegen de amar y se viven en sentimientos negativos como el odio, el desprecio, la rabia, entre otros, suelen solidificarse haciéndose un pedazo de hierro oxidado; un terreno estéril. Un trozo de plomo que reduce y desgasta la vida de quien lo carga.

En este camino el desamor aparece como un mal encuentro, un inadecuado devenir, uno donde tú y yo entrecruzamos nuestras vidas abastecidas por ideas inexpresivas, confusas e ingenuas. Aquellas en que fuimos socializados e insertos en el mundo de lo humano. Ideas que nos llevaron a realizar actos de magia sin ser magos ¡improvisamos el amor! He ahí la fuente de lo que hoy hegemoniza nuestra relación: el desamor, ese que tanto contigo como sin ti, implica una comprensión inadecuada de la vida, y en el peor de los casos, la reproducción de pasiones tristes. En esta vía, el amor es amor cuando expresa una adecuada comprensión de nuestras vidas y de lo que ellas hacen parte, esto en el encuentro con los otros y con nosotros mismos, en una relación entretejida en ideas que garanticen un constante aumento y no una tendencia a la disminución, es decir, ideas venidas de la reflexión en torno a lo que somos y no de la experiencia, la imaginación o las creencias.

Esta idea de dejar de amar amando o amar intensamente, significa virar el sentimiento de amor hacia mí mismo, luchando incansablemente por comprender lo que me pasa, lo que soy y saber de qué soy capaz y en este terreno vivir nuestra distancia sabiamente, buscando tanto como se pueda, mermar la sensación de dolor, las pasiones tristes mediante la continua reflexión, desnaturalizando lo que las hace posibles y haciendo de ellas algo expresivo en términos de claridad, sabiduría y bienestar, dejando así lo inexpresivo, es decir, la confusión y la oscuridad.

2

En ocasiones me descubro buscándote, intentando hallarte entre la gente y, siento que mi vida se me hace miedo, no sé, si es porque no te hallo, no te encuentro o por el miedo a encontrarte, a verte y que viéndote se me vaya la vida sobre la tuya.
En esas ocasiones, procuro dejar de vivirte en el pensamiento, como alejarte de mi conciencia, separarte de mi existencia, pero debo reconocer que son muchos los minutos que terminan siendo tuyos, me es difícil e incluso imposible doblegar la fuerza que emana en mi y que tiene tu nombre. Y me sumerjo en una discusión inútil; en mí se debaten las ideas carentes de razón y otras demasiado razonadas, con el paso del tiempo las ideas razonadas se hacen más fuertes, pero de improvisto y nutridas con una fuerza descomunal, ideas que no se entienden así mismas me atormentan y, entonces resulto de nuevo construyendo castillos de arena sobre el mar.
En medio de la terrible tormenta en la que me vivo, a pesar de los sinsabores y los constantes altibajos producto de la materialización de aquellas ideas, doy cuenta que mis acciones y resistencias, ese amar intensamente lo que me pasa, constituyen un tesoro; un tesoro que en la tormenta, pero también, y con más razón –pensando en el momento en que el desamor quede atrás- fuera de ella, resulta decisivo respecto a los retos, metas y caminos en los que me desenvuelvo, de una u otra forma el desamor me lleva a darme cuenta de lo que tengo, en otras palabras de mi capacidad, mi potencia.


3

La mente no maneja el tiempo del reloj ni del calendario en los temas del amor. Una historia de amor y también de desamor en un individuo es una experiencia sin fronteras temporales ni corporales, allí no hay un pasado, un presente ni un futuro, en la mente lo que entendemos como parte del pasado tiene tanta fuerza como lo que hace parte del presente. Las fronteras del cuerpo que se enamora apenas logran dibujarse en las siluetas de las nubes que siendo parte de un cielo azul, con el paso de las horas se hacen parte de otras nubes o entran en un proceso que muta su corporalidad.
No hay un cuerpo que contenga en sí y nada más que en sí los afectos del amor, por el contrario, cuando se ama o se vive el desamor el cuerpo se torna distinto, se intensifica la vida, se aumenta la existencia o por el contrario se merma su vitalidad: el cuerpo se enferma y anuncia una posible muerte, en cualquiera de los dos casos, todas las personas que nos conocen, los cuerpos que nos rodean señalan nuestra mutación y se ven afectados por ella, porque en ella y gracias a ella, ellos también mutan; los vemos distintos y nos ven pero sobre todo nos sienten de forma distinta; el mundo ya no es igual y al parecer lo que nos juntaba en su desamarre arrastra consigo la experiencia del mundo donde nos conjugábamos, donde tú y yo durante cierto tiempo nos alimentamos. Todo cambia, ya nada es igual, sin un “nosotros” el mundo de los “otros”, los externos a nuestro derrotado lazo, se vuelve más extraño y las desgastadas relaciones en y por las que nos hacíamos, en su ocaso rarifican las relaciones que continúan y dan lugar a otras relaciones por siempre diferentes.

En el escenario de esas relaciones que mutan, que dejan de ser lo que eran, muchos nos brindarán consejos, palabras e instrucciones para “olvidar”, “dejar atrás”, “seguir la vida”. Son gestos solidarios y bondadosos que, en todo caso, resultan poco benéficos si no se toman con cautela y reflexión. Lo cierto es que esos consejos tienen la virtud de fortalecernos en la inmediatez, resultan una especie de curas temporales que al pasar de los días se caen y la herida continua, por tanto, no hay que despreciarlos, por el contrario recibirlos teniendo por objetivo tomar de ellos lo que más nos sirva de acuerdo a nuestras fuerzas, en suma aquello que nos potencia y que entrelazándose en nuestra vida nos constituye. Una condición necesaria para esto, es continuar conociéndonos, saber de lo que soy capaz en el escenario de mi existencia y perseverancia o lucha por la vida.
Apreciados amigos me invitaron a dejar de amarte en los brazos de un nuevo amor, de una nueva experiencia, una posible historia, algunos otros sostuvieron que lo mejor era concentrar la mente en actividades que me desalojaran del escenario del amor e incluso del desamor, otros en cercanía a lo anterior, dijeron que canalizara mis fuerzas en nuevas actividades, aventuras y metas. A todos ellos no puedo sino agradecerles, pero siempre, para tomar o dejar de lado uno de esos consejos, tuve por orientación el conocimiento por un lado, de mi existencia y por el otro, fundamentalmente el hecho de que, todo consejo que tomado no resultara poniéndome en dependencia de otra cosa: un Dios, un placer momentáneo, un torrente de licor, una rutina o cualquier otra cosa, todo lo anterior era plausible en la medida en que fuera un medio, pero no un fin en sí mismo.

4

En el desamor -y también en el amor-, pasado, presente y futuro resulta mezclado en una vivencia intensificada que rehace la existencia continuamente, y que la condena a pervivir día a día en el anhelo de ser algo que no se fue o reconstruir algo que nunca más será. Muchas veces se me llena la existencia de una nostalgia dolorosa, pues, cuando río quiero haber reído contigo, cuando triunfo pienso en tu triunfo y en el triunfo de los dos, cuando camino por los senderos que recorrimos y veo otras parejas encontradas y rehaciéndose en el amor, evoco nuestras presencias en ese encuentro y, me reclamo por la ausencia de un abrazo, un beso, una caricia, una expresión.
Mi mente se vive en el pasado, el presente y el futuro, pareciera que alimentada de recuerdos tan presentes e intensos que no pueden, les es imposible pertenecer al pasado, re-direcciona y resignifica todo, a tal punto que la muy insolente termina anhelado reiniciar, recomenzar, volver a luchar por tu amor que no es más que el amor a la sensación que produces en mi existencia. Y en esos momentos dudo de mí, por eso a lo que le tengo más miedo es a mí mismo, pues nadie sabe de lo que un cuerpo es capaz y, cuando me veo diluido en esa sensación que me supera, que me hace perder el control; sufro. Recuerdo que cuando se ama, como dijo mi maestro, hay que entregarse totalmente, pero en el desamor las entregas suelen terminar en hondas confusiones y terribles daños.

Nada es eterno, con el paso de los días y los meses, logro un mayor control, los días se hacen menos dolorosos y puedo continuar perseverando en mis sueños, mis caminos, mi vida. Allí el tiempo del calendario no es la medida, cada quien sin que lo quiera, tomará un tiempo, un espacio temporal que será la medida de la duración de su desamor.

5

Aristóteles y gran parte de la filosofía griega nos indujeron a pensar que las cosas son; Pedro es blanco, María es hermosa, Laura es egoísta, Mario es brillante, entre otras y nos descubrimos hoy en día acercándonos o alejándonos de los otros debido a eso que “son”, aunque, muchas veces no estemos del todo seguros, y es que las personas nunca son, “están siendo”. El problema tanto en el amor como en el desamor es de enormes magnitudes, pues, aquella al parecer inofensiva costumbre, nos lleva a esencializar a los otros, a creerlos inmodificables, detenidos en el tiempo y el espacio.
Habría que partir de que el otro no es nada o es algo sólo cuando en el encuentro conmigo descubro que me potencia o que me disminuye. Si bien hay ciertas cosas que hacen de pedro pedro, resulta benéfico intentar constantemente desencializar a los otros y contener nuestra opinión respecto al otro sólo en el encuentro y los múltiples encuentros que es donde se juega en relación conmigo la existencia del otro.
Cuando otros dicen que tú eres o no eres, en ocasiones tiendo a apoyarlos, creyendo que con eso elaboro razones de más para dejar de sentir y de alguna forma olvidarte, sin embargo, descubro que juzgándote me hago más daño a mí que el que podría hacerte y que intentado etiquetarte y esencializarte dejo de lado que tú, también fuiste otras cosas. Lo realmente importante es que todas las cosas negativas que pueda decir de ti son como semillas podridas que carcomen las parcelas de mi alma, especie de plaga que daña la cosecha que hace posible mi existencia, por tanto, prefiero pensar que no eres nada, ni egoísta, ni cruel, ni impetuosa, nada, si llegas a ser algo, ese algo es el recuerdo de todas las cosas maravillosas que me potenciaron en tu cercanía, de todas las cosas que te potencian y sobre todo, de aquellas cosas que entretejen tus sueños, así en ellos no esté yo. Esto último debe ser una especie de regla para vivir el desamor.
6
La soledad me inunda, me sostiene, me atrapa sin mayor resistencia. En ocasiones, en el encuentro con otras personas nada de ellas me pasa, nada se hace experiencia en mí, nada que parta de ellas penetra el duro muro de concreto y desilusión que me ha cercado desde tu partida. Cuando hablo con otros, realmente no estoy hablando, estoy fingiendo hablar, fingiendo estar, fingiendo existir…
Siento tu ausencia en el aire, en los latidos del corazón, en la sudoración del cuerpo, en la risa y por supuesto en la tristeza. Vivo de forma anormal tu ausencia que no es más que el vacío de tu partida; algo me sucede; tu ausencia es un padecimiento que disminuye los latidos del corazón y por momentos me acerca a la muerte. Sé que por esto que vivo no moriré, pero una fuerza instintiva me invita a hacerlo. No prestaré atención a su llamado, tendré que desnaturalizar constantemente aquella fuerza que día a día atormenta mi pensamiento, mi existencia, deberé enfrentarme a ella y desarmarla, conocerla, saber de su alcance gracias al conocimiento de aquello que la compone. Efectivamente es mejor enfrentar lo que nos daña sabiendo un poco de él y no ignorando todo aquello que lo hace posible. Muchas personas se ven sumergidas en emociones que no comprenden, sentimientos negativos que resultan omnipotentes debido más al desconocimiento de quien los padece que a la fuerza que los impulsa. La forma en que logro esquivar, bordear esta sensación de muerte consiste en reflexionar y conocer los alcances de aquellos sentimientos, teniendo como objetivo enfrentarlos adecuadamente y continuar el camino, esto es, perseverar en los sueños que alimentan mi vida.
No dejarme cercar y atrapar por el muro de la soledad, pasar sobre él cuantas veces se requiera, sabiendo que la soledad, en el desamor es el encuentro con uno mismo, un encuentro que atemoriza pero fortalece. Aunque duela y pareciera destruir, entendido de forma adecuada y con los necesarios cuidados, trae consigo una de las oportunidades de crecimiento interior más productivas.
La soledad es el llamado, la oportunidad para irse sobre sí mismo y en los terrenos del alma, sobre los escaparates del cuarto de los recuerdos, colocar las memorias del amor que se va en el lugar de los trofeos, preparar la casa para una vivencia de sí y abonar las tierras, pues, nuevas siembras vendrán.


7

En el desamor no se está bien. Quien sostiene que lo está frente a los demás y, además se lo cree respecto a sí mismo, lo naturaliza, lo vuelve una condición de existencia, es cierto, amó, amaba como “se debe” amar, como se nos dice que amemos, así mismo vive, padece el desamor también como se nos ha dicho debemos hacerlo, es decir, dando prioridad a sí mismo pero de forma egoísta. Esta persona no amó como ama la mayoría de los mortales; entregando su vida, perdiéndola, desdibujándola, haciéndola vivir de otra y por otra, que no es la de él.

Todos quisiéramos vivir un amor perfecto, sin dolor, sin inseguridad e incertidumbre, sin embargo si así fuera el amor, no sería amor, sería un acuerdo, un pacto que sostiene dos vidas, dos soledades, pero sólo eso, un pacto tan sólido y frío como un contrato empresarial. Quien ama se vive afortunada o desafortunadamente en el otro, por tanto, la vida de quien sufre el desamor, es la vida de quien realmente amó.

Me siento en el dolor del desamor y puedo sentirme alegre, pues amé. Esta condición contrario a lo que muchos piensan, me llena de orgullo, pues, demuestra que he sido capaz de sobrevivir, de poner en riesgo mi vida por otra vida, que en otro sentido puede ser una meta, un objetivo, y que al igual que lo hice en el camino del amor, podré, debido a que tengo la capacidad de hacerlo, conozco mis fuerzas, hacerlo en otros campos, en otros senderos, en otros amores y en otros sueños. Perseverar en lo que aumenta nuestra existencia, nuestro oficio –el oficio de amar, entre otros posibles- visibiliza nuestra fuerza, de esta forma, entre otras cosas, refleja de lo que se es capaz, que en la mayoría de las ocasiones desconocemos; suele suceder que no sabemos de lo que somos capaces.

8

He dejado de caminar, de seguir el trayecto de lo cotidiano. Me he detenido en el tiempo y muchas veces en el espacio de nuestros recuerdos; mis memorias. El tiempo que pasa no se las lleva consigo, o para ser honesto no he querido dejarlas atrás, me he reafirmado en ellas, las reproduzco. Éstas prevalecen (o las hago prevalecer) y mediante estallidos de ansiedad se hacen parte de mi vivencia diaria y, aunque no quiero vivir de ellas, aunque las encierre y desprecie, ellas se libran e intranquilizan mi pensamiento. ¿Qué hago con tus recuerdos? ¿Los nuestros?
No me queda más que vivir de ellos y en ellos, no puedo arrojarlos al olvido, pues, si lo hiciera, me mentiría a mí mismo. Nadie puede dejar en el olvido lo que constituye su presente. La mente en los temas del amor y el desamor no entiende de pasado, presente o futuro, todo se juega en el plano de la existencia reciente. Nos hacemos de recuerdos, de memorias que no son más que experiencias entrecruzadas entre individuos, se trata de entrecruzamientos que nos actualizan, diferencian y posicionan entre los otros.
A quien vive del desamor no se le puede acusar de vivir en el pasado, pues, el pasado es una herramienta, una medida del tiempo, realmente nadie vive en el pasado, todos devenimos en existencias singulares que se rehacen constantemente en la interacción vivencial y el continuo pensamiento, por tanto, los recuerdos, en especial los que se viven en el desamor, entretejen nuestro presente, y no nos queda más que, o luchar con ellos eternamente o aprender a vivir con ellos dotándolos y significándolos de tal forma que nos potencien.

La reescritura de los recuerdos

Respecto a los recuerdos, aquellos que nos unieron pero también aquellos que nos distanciaron, tengo por regla no buscar en ellos lo bueno o lo malo, en la vida humana no hay cosas buenas ni malas, lo que para uno es bueno para el otro puede ser malo, de esta forma entiendo los recuerdos como imágenes y textos formativos, que sin ser buenos ni malos tienen el potencial de continuar dando vida a nuestra existencia.
Despojando los recuerdos de lo bueno y lo malo, he podido hacer de ellos experiencias que me enriquecen, nutren y diversifican la vida, en otras palabras la aumentan, pues de esta forma ellos brindan la capacidad de escoger, seleccionar y decidir qué caminos en el camino que continuo caminando vivifican, potencian mi existencia o la disminuyen.
A su vez, con el paso del tiempo y sabiéndome en la tranquilidad de un estado constante a amar y no odiar, siendo afectado, reconstituido y afirmado constantemente en la interacción con los otros, los recuerdos van rehaciéndose y llegará el momento en que esos recuerdos serán causa de alegría y no de tristeza y podré hablar de ellos con un tipo de nostalgia placentera, al decir de los brasileños, una “saudade”, estaré contento de sí.
Por otro lado, aunque en el desamor se viva bajo una constante amenaza de reducción, la verdad es que poco a poco nuestra voluntad se robustece y nos lleva a vivirnos en otras ideas que gradualmente merman los sentimientos e ideas negativas que nos reducen. Finalmente el mundo continúa…

9

Padezco un tipo de ansiedad que me recluye en el pensamiento, intentando que sea a través de éste y no de las pasiones desaforadas que decida ir en busca tuya, en otros casos de desamor sucede lo contrario; las pasiones movilizan al sujeto que es esclavo de ellas, en mi caso, he luchado por sobre ponerme a las pasiones y vivir del y en el pensamiento, por tanto, mis batallas se libran en él, aspecto que en todo caso no le resta fuerza a las emociones, pues no dejo de sentir el deseo de ti.
Por medio y en medio del pensamiento resulto intentando convencerme de que todo ha sido un malentendido, una equivocación, un error producto de una discusión o cadena de eventos en las que nos vimos consumidos sin saberlo. Varias veces al día mi mente da vueltas al asunto. Este es el tipo de acciones que las personas suelen evitar mediante diversas actividades y rutinas diarias, ellos domestican sus emociones, las encarcelan y les impiden hablar, las ignoran y con ello ignoran su humanidad, éstos temen como nunca caer presos de sus pensamientos y emociones. En mi caso, decidí afrontarlos, intentando encauzar la intempestiva energía que me lanza a ti, cuando tu no quieres ni debes recibirme, pensando en que, si bien no llegaré a una conclusión definitiva respecto a nuestra separación ni a un tipo de reflexión que me lleve a alejarme o acercarme a ti, en el acto de pensar y por el acto de pensar ampliaré el conocimiento de mí mismo y mis fuerzas: descubriré aspectos en mi vida a los cuales no había prestado atención y en suma dedicaré más tiempo a mí; a forjarme a mí mismo, continuar preparándome para continuar la vida. De esta forma, el desamor resulta un terreno abonado de sentimientos que aunque dolorosos, tienen el potencial de dar luz a mi vida, por el contrario intentar escapar de ellos me condena al desconocimiento de mi fuerza y la cristalización de mi corazón, que a fuerza de miedo, se hace piedra; muro de cemento frente al otro y desgraciadamente, frente a un nuevo amor. Cómo diría Palahniuk “Nunca sabes cuan fuerte eres hasta que ser fuerte es la única elección que tienes. Y cuando esto sucede eres intocable”.

10

Puedo alimentar mi cotidianidad en los entrecruzamientos con distintas personas que de una u otra forma alejan la sensación de ti, puedo vivirme en otras relaciones e intentar que lo nuestro quede relegado y doblegado por las intensidades del presente, llevar a cabo acciones que me alejen de ti y establecer nuevas relaciones con individuos que de una u otra forma desplacen en mi la idea tuya y tus afectos; tu olor, tu recuerdo, tu vida, tu ser. Sin embargo, tendré que estar atento a la forma en que se establecen dichas relaciones, más aún cuando una de ellas, una amistad con tintes de amor, tenga el potencial de mermar o desplazar la idea de ti, pues, en el caso particular, tal vez me veré aumentado momentáneamente, esta repotencialización me hará bien, pero, si no estoy atento a lo que está sucediendo, me veré confundido… y no puede ser de otra forma –igual me confundiré-, pues, aunque intente entender lo que produce esta nueva relación, aquello que imaginó y reproduzco a partir de ella, en el fondo resultará extraña debido no solamente al hecho de aparecer por vez primera, sino, al estado de desamor en el que me encuentro.
Por tanto, tendré que luchar para que las cosas no se desaten rápidamente, que haya un tiempo en el que gradualmente pueda conocer a la otra persona, y lo más importante, pueda valorar y aprender a querer o a amar a esta persona. En caso contrario, no sólo para mí sino para ella puede terminar siendo peligroso. Los dos nos veremos avocados a vivir un encuentro que si bien nos puede potenciar, a largo plazo daña, es decir, altera nuestra existencia y en el caso propio, termina arrojándome a un estado de tristeza constante, y lo peor aún, extendiendo el tiempo de duelo que de esta forma puede llegar a ser eterno.

11

En ocasiones la culpa me somete a indagación, interroga sobre las causas de la separación e intenta mostrarme mi papel, mi grado de culpabilidad en ella. Buscar culpables no es bueno, se tiende a convertir al otro o a sí mismo en responsable de algo que en el fondo, corresponde a los dos y que no fue una constate, se trató de malos encuentros. En todo caso, siento culpa debido a la ruptura o incluso, al dolor que puedas estar viviendo…creo esto es más el reflejo del dolor propio. La culpa o la compasión por el otro intranquiliza y desestabiliza, pero intento concientizarme de que, a pesar de los tropiezos comunes en el desamor, los dos estamos bien, vamos creciendo, aumentando nuestras fuerzas, repensando sueños y mirando más lejos de lo que nos permitían nuestros cuerpos juntos, y entonces debo alegrarme. Con tu partida y mi partida del acuerdo que nos juntaba, nuestras almas tienen nuevamente la oportunidad de hacerse dueñas de sí, aspecto de suma importancia, uno que en el amor inadecuado tiende a sacrificarse.

12

Hubo días en que te veía a diario y otros en que desapareciste. Cada vez que te veía mis temores se asentaban en mi cuerpo (que por supuesto soy yo mismo) y cada vez que, durante algunos días desaparecías, temía nuevamente dejar de verte; temía a tu desaparición, nuevamente mi cuerpo se resentía. Sabía que no podía despreciar tu existencia queriendo que desaparecieses completamente, ni vivirte tan cerca que me quemara como las mariposas que se acercan al calor. Sufrí constantemente este ir y venir de tu presencia, para mí era claro que lo mejor era aprender a verte de una forma tal, que ni sufriera ni me alegrara, pero que estuviese más cerca de la alegría que de la tristeza. Ya sabes lo que he hecho, te lo he contado en anteriores cartas.

13

El deseo de llamarte, de buscarte en suma, de procurar hacerme a espacios donde estés es increíblemente fuerte, no hago sino pensar en ello, ideo planes que me acerquen a ti, sin embargo, reconozco que aquellos deseos e incluso, muchas veces su materialización resultan negativos, pues, nuevamente me sumergen en un continuo dolor y confusión que me disminuye. No puedo pasar por alto esta sensación, nadie puede, todos de una u otra forma sabemos en el escenario del desamor que nos acercamos al peligro… ¿qué hacer? No necesitamos partir de la tristeza que se anuncia bajo la advertencia del peligro, para vivir la alegría, tener como escenario constante aquello que nos reduce para sentir la intensidad de aquello que nos aumenta, por el contrario, podemos buscar y trabajar por encuentros, vivencias y pasatiempos que, a pesar de que nos puedan afectar negativamente, aspecto que no sabremos sino en el mismo encuentro y posterior a él, sean signados y entendidos de tal forma que al pensar en ellos una vez han pasado, destaquemos y tomemos lo bueno, lo que nos permite continuar.
Con el paso del tiempo la presencia tuya duele menos y los momentos de encuentro gradualmente, después de varios meses, se tornan positivos en la medida en que me potencian. En caso de verte a diario, como sucedió por algún tiempo, debo ser cauteloso, pues, el riesgo de volver a lo mismo, de creer que podemos juntarnos de nuevo es inmenso, por tanto, evito y evitaré encuentros cercanos y largos contigo. Un saludo respetuoso es un buen comienzo.

14

Hoy compartes con otro hombre, con otra expresión de la vida, del amor. Hoy vives tus alegrías y tus tristezas con otro. Tal vez, para muchos esta situación es la más dolorosa, sin embargo, desde el primer momento en que supe de tu nueva relación, hace al menos dos años, me convencí a mí mismo de que debía festejarla, aplaudirla y desear para ella una buena duración. El amor siempre es bueno, y un nuevo amor en vos es una alegría en mí. Imaginar tu alegría me alegra, me aumenta. Desear tu tristeza me entristece, me disminuye, me estimula en el rencor y la ira, pasiones tristes que día a día han desaparecido.
Después de haberme cultivado en la reflexión y el trabajo en mí mismo, de haber crecido en la vivencia del desamor, sabía que no podía imaginar o anhelar un devenir negativo a esta nueva relación, por el contrario, tendría que considerarla como algo que aumenta la vida, pues, si realmente te amo, es debido a que deseo tu bienestar. Así las cosas, aunque sienta una leve espina en mí ser, siento tranquilidad y regocijo. Sé que desear el bien trae también, bien, bienestar y tranquilidad. En otras palabras, la vida nos entrega lo que damos, nos devuelve lo que somos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La responsabilidad de ser un girasol. Pensando en Spinoza y los girasoles

Hacer de un pensamiento, un autor, un argumento, experiencia y no discurso, ¡he aquí el gran desafío de los que...