Spinoza y las arañas
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Spinoza disfrutaba observando las
arañas. Podríamos imaginarlo observándolas
y preguntarnos ¿qué estaría pensando?...Spinoza nunca responderá. Nosotros,
podemos imaginar respuestas según su obra, según su pensamiento. Y podremos
deducir que la araña es una expresión de la Sustancia, una manera de ser de
ella. Que también es una relación de relaciones en potencia, siempre efectuada,
pues nunca es menos de lo que puede ser. Esto es interesante, pues, animales
como la araña, o expresiones como las plantas son lo que son, no menos ni más,
su realidad es la realidad de la Sustancia, esto en el orden y conexión de las
cosas, he aquí la enseñanza de la araña. He aquí nuestro desafío.
En el siguiente fragmento, Suhamy
y Daval, ahondan en la reflexión en torno a las arañas y Spinoza. Van más allá
de la anécdota casi literaria, y nos muestran cómo la araña integra el
pensamiento de Spinoza, y cómo en el ejemplo de la araña, se presenta la
invitación a expresarnos en lo que somos realmente, nunca en el menos de lo que
podemos, lo que nos disminuye, siempre intentado tanto como sea posible, en el
más de nuestra realidad, la Sustancia, Dios.
Suhamy, Ariel y Daval, Alia. (2016). Spinoza por las bestias. Buenos
Aires. Editorial Cactus. P 9 a 14.
Una araña en el cartesianismo
En una pequeña nota, al margen
del texto. Anida un curioso ejemplo que, escribe Spinoza, eximirá de buscar
otros: la Araña, “que teje muy fácilmente una tela que los hombres solo podrían
hacer con enormes dificultades; mientras que los hombres hacen muy fácilmente
cosas que son quizás imposibles para los ángeles”.
Nada es fácil o difícil en sí:
una sola y misma acción es fácil para uno, difícil para otro, según la
naturaleza de cada uno. Sin duda yo soy, en tanto que hombre, más potente que
una pequeña araña a la que puedo tranquilamente aplastar con mi talón; no
obstante, ¡soy incapaz de tejer su tela con la misma naturalidad! Solo soy más
potente respecto a la muerte a dar, no de la vida por llevar.
Los hombres acabarán por concebir
una máquina de tejer tan fina con la araña, e incluso más, pero no sin un gran
esfuerzo. Es entonces en vano pretender medir
y comparar las potencias de unos y otros a partir de una sola y misma
obra. Las potencias son inconmensurables.
Vayamos más lejos: no porque soy
capaz de hacer algo difícil (para mi), soy capaz de hacer menos de lo que puedo. La araña hila su tela, tarea difícil
para nosotros, fácil para ella; pero adstenerse de tejer, o tejer con menos
habilidad, le resulta perfectamente imposible, y aunque lo quisiera, le
implicaría el mayor esfuerzo hacer mal
su trabajo –dicho de otra manera, le resultaría más dificil-. Pues eso no
conviene en absoluto con su naturaleza. Ningún ser es por debajo de lo que puede; es siempre, y en todo momento, todo lo que puede ser.
En términos más filosóficos: no
es ser “en potencia”, es decir, no efectuado, como retenido por algún poder
superior y a la espera de la actualización. Todo potencia es en acto, es decir, efectiva.
Y nada da cuenta mejor de esto
que el ejemplo de los animales, que son, lo sabemos bien, siempre iguales a lo
que su naturaleza los determina a hacer.
(…)
La potencia de la araña
Mucho más radical es la objeción
de Spinoza. Se pone, en efecto, del lado del animal. No importa cuál: mientras
que Descartes hablaba de los animales sometidos o manifiestamente inferiores al
hombre, Spinoza subraya por el contrario la potencia propia de la araña, y su
facilidad tan manifiestamente superior a la del hombre en lo que respecta, ya
no a la muerte que dar, sino a una obra que producir.
El concepto de potencia resulta
profundamente modificado. Mientras que para Descartes potencia significa
creación ex nihilo o poder soberano, o los dos a la vez (Orfeo), bajo la mirada
de Spinoza la potencia de la araña se confunde con su ser. No esta por un lado el ser
que es la araña y por el otro el poder
que tiene. Ser araña es ser esa
potencia de hilar, manera de expresar según su naturaleza propia su
perseverancia en el ser. Para la araña, la tela no es una creación despegada de sí y arrojada al mundo, ni tampoco el sello,
la marca de un poder soberano sobre
el pueblo de las moscas; esa producción es su existencia misma, en tanto que
vive y se perpetua de una cierta manera singular y determinada, a través de la
urdidura de una tela, entre el cielo y tierra, en la paciente espera de la
presa.
Cada uno entonces su potencia,
sus aptitudes específicas que son su vida misma. E incluso la omnipotencia de
Dios debe ser comprendida así: no como la soberanía de un Rey o la creatividad
de un artista fecundo, sino como la Potencia elevada a lo absoluto, que solo
depende de sí misma para existir. Esta es la razón por la cual, para comprender
la esencia de cada cosa, hace falta comenzar por comprender la potencia divina;
cuidándose de no ceder a lo abstracto, a lo indeterminado. Mutis de Orfeo, el poeta-rey que impone su poder al mismo tiempo,
con una misma voz, sobre los hombres y los animales.
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