miércoles, 9 de octubre de 2019

La responsabilidad de ser un girasol. Pensando en Spinoza y los girasoles












Hacer de un pensamiento, un autor, un argumento, experiencia y no discurso, ¡he aquí el gran desafío de los que piensan hoy! Experiencia que media entre la vida y la muerte, entre la verdad de vivir más y la falsedad que lleva la vida a ser menos. ¡Aumento y disminución! Pues, no habría otro sentido en dicha experiencia, vivir, perseverar en el ser, durar, eso es lo primero…todo lo otro, un buen entretenimiento. Experiencia que se lee en sí misma,  que se argumenta, se conceptualiza, se busca en sí… y para un Spinociano, en un sí mismo que es también expresión del Todo, la Sustancia. En esta vía experiencia de pensamiento sentido que se lee en lo otro, pues también lo otro es parte de sí. Lo otro es también nosotros, la Sustancia, y en lo otro también la esencia de esa Sustancia y allí, una inmanente ética, un inmanente devenir que trae consigo un orden, una forma de ser natural a la vida.


A continuación, un ejercicio de escritura inscrito en esta idea, en esta lectura y comprensión inmanente de lo que somos. Expresión en medio de infinitas expresiones. Cada una de ellas esencia, cada una de ellas cuerpo, uno que nos habla, nos invita a vivir…pues ahora, intentamos comprender lo que puede un cuerpo, nuestro cuerpo, también el cuerpo del girasol.




A mi querido amigo Alberto Martinez Boom



Por: Ivannsan Zambrano G





Habría que prestar atención al girasol.

¿De qué es capaz el girasol?

Habría que aprender del girasol, pues la  responsabilidad de ser un girasol es también la responsabilidad de estar vivo, y que no se puede estar vivo sin saber cómo vivir, cómo seguir y no morir...como lo quiere el girasol, como lo quiere todo lo vivo. 


Y es que ser un girasol es ser un algo que no puede ser menos ni más, siempre girasol,

¡toda la potencia del girasol!

y siempre en busca de estar vivo.

Estar a la altura de esta responsabilidad es el desafío del girasol.



Curioso el girasol, toma el sol, busca el sol, mueve su rostro, su cuerpo en busca del sol.

El sol afecta al girasol, da al girasol lo que éste necesita para seguir, y de eso vive el girasol.

Que nace buscando el sol, la luz, ésta aumenta la vida, la aleja de la muerte; ¡vive el girasol!

El girasol es capaz de buscar la luz, de servirse de la luz para cumplir su responsabilidad.

De eso es capaz el girasol.



Interesante el girasol, que siendo ese girasol y no otra flor, busca el sol, pero no se gasta la vida buscándolo, pues llegado el momento deja de buscarlo y lo espera, sabe en qué momento y lugar del día el sol le entregara todo lo que necesita.

De eso también es capaz el girasol.



Brillante el girasol, ya sabe que no debe buscar al sol, que no gira en busca de él... no hay que perder energía, no hay que desgastarse…

habría que tomar lo necesario, lo indispensable, eso que garantiza la continuidad… y el girasol pareciese saberlo.

En un momento de su vida espera al sol.

¡Se hace adulto el girasol! Ahora espera, ahora entiende la espera, ese es el conocimiento del girasol.



¡Nos asombra el girasol!  y aunque tome agua, nos asombra más que tome el sol.

Nos recuerda que también nosotros buscamos el sol, que en la oscuridad de lo que somos vemos la luz como la vida, y nos dirigimos a ella como el sediento al agua, pues también  somos responsables de estar vivos, de querer vivir.



Nos inquieta el girasol. Sabe que necesita, lo busca, lo toma, vive. Nos reta el girasol,

 ¡qué potencia la del girasol!, se afirma en vivir, y no duda de sí, no es menos ni es más, solo girasol.

Depende de si el girasol, de lo que es. Esa es la fortuna de ser un girasol.



Un organismo simple, insignificante, solo una flor ¿que podríamos aprender de ella? Hoy dirían nada, es una planta.



…pero hay sabiduría en eso de ser un girasol...



Nosotros que buscamos la luz, y que sin embargo no paramos de buscarla  y  nos perdemos en ella.... nos quema el sol... no podemos con tanto sol, demasiado de él nos deja ciegos, otra vez la oscuridad, ¡qué paradoja!



¿Qué hace que el girasol espere al sol? ¿Que se sirva de él en su justa medida? El girasol parece saber lo que necesita. Todo en él sirve a eso que necesita. Podríamos decir que el girasol sabe de sí, se detiene, no busca más e intenta tanto como puede no ser menos.



Todo en él sirve a lo que necesita, todo en la vida sirve a la vida, lo que busca la vida, vivir. Así lo hace el girasol. Al final la vida no viene del sol, sino del girasol que busca vivir, que hace lo necesario para vivir.

Se relaciona adecuadamente con el sol; ¡Aumenta la vida la vida el girasol! Como si él fuese en sí mismo el conocimiento que se requiere, que se utiliza, que se vive.

Y es que el girasol no le pregunta al sol, solo se abastece de él.



El girasol no busca fuera de sí mismo.



 ¡La inmanencia del girasol!



Nos inquieta el girasol, tan simple...pero tan sabio. Sabe de sí, o eso que es se expresa sabiamente. Toma de sí, y sabe detenerse, nosotros o no empezamos o no nos detenemos, no tomamos de nosotros y que poco sabemos de nosotros, de nuestros cuerpos; nadie sabe qué puede un cuerpo nos repetía Spinoza.

Profundo el girasol...algo de maestro tiene el girasol, algo ha de decirnos…



Nos habla en su idioma, nosotros lo hacemos hablar en el nuestro. Coincidimos en que  demasiada luz nos enceguece, como demasiada agua nos ahoga. También poca  luz o poca agua nos condena. Todo tiene que ver con un punto medio, nada en exceso, nada en extremo. Eso y otras cosas nos enseña el girasol. Eso de alguna forma lo sabemos nosotros. Aun así, creemos que más es mejor, y nos vivimos en la acumulación de luz, de conocimiento, al final oscuridad; disminución; muerte.



Aumenta la vida el girasol,  es lo que es, su potencia, lo que puede, todo lo que puede, ni mas ni menos. ¡Majestuoso el girasol!



¡Contento de sí el girasol!

martes, 1 de octubre de 2019

Spinoza y las arañas



Spinoza y las arañas


https://images.app.goo.gl/6FK7m7gJqVtns5Js8





Spinoza disfrutaba observando las arañas. Podríamos imaginarlo observándolas y preguntarnos ¿qué estaría pensando?...Spinoza nunca responderá. Nosotros, podemos imaginar respuestas según su obra, según su pensamiento. Y podremos deducir que la araña es una expresión de la Sustancia, una manera de ser de ella. Que también es una relación de relaciones en potencia, siempre efectuada, pues nunca es menos de lo que puede ser. Esto es interesante, pues, animales como la araña, o expresiones como las plantas son lo que son, no menos ni más, su realidad es la realidad de la Sustancia, esto en el orden y conexión de las cosas, he aquí la enseñanza de la araña. He aquí nuestro desafío.

En el siguiente fragmento, Suhamy y Daval, ahondan en la reflexión en torno a las arañas y Spinoza. Van más allá de la anécdota casi literaria, y nos muestran cómo la araña integra el pensamiento de Spinoza, y cómo en el ejemplo de la araña, se presenta la invitación a expresarnos en lo que somos realmente, nunca en el menos de lo que podemos, lo que nos disminuye, siempre intentado tanto como sea posible, en el más de nuestra realidad, la Sustancia, Dios.

Suhamy, Ariel y Daval, Alia. (2016). Spinoza por las bestias. Buenos Aires. Editorial Cactus. P 9 a 14.


Una araña en el cartesianismo


En una pequeña nota, al margen del texto. Anida un curioso ejemplo que, escribe Spinoza, eximirá de buscar otros: la Araña, “que teje muy fácilmente una tela que los hombres solo podrían hacer con enormes dificultades; mientras que los hombres hacen muy fácilmente cosas que son quizás imposibles para los ángeles”.
Nada es fácil o difícil en sí: una sola y misma acción es fácil para uno, difícil para otro, según la naturaleza de cada uno. Sin duda yo soy, en tanto que hombre, más potente que una pequeña araña a la que puedo tranquilamente aplastar con mi talón; no obstante, ¡soy incapaz de tejer su tela con la misma naturalidad! Solo soy más potente respecto a la muerte a dar, no de la vida por llevar.
Los hombres acabarán por concebir una máquina de tejer tan fina con la araña, e incluso más, pero no sin un gran esfuerzo. Es entonces en vano pretender medir  y comparar las potencias de unos y otros a partir de una sola y misma obra. Las potencias son inconmensurables.
Vayamos más lejos: no porque soy capaz de hacer algo difícil (para mi), soy capaz de hacer menos de lo que puedo. La araña hila su tela, tarea difícil para nosotros, fácil para ella; pero adstenerse de tejer, o tejer con menos habilidad, le resulta perfectamente imposible, y aunque lo quisiera, le implicaría el mayor esfuerzo hacer mal su trabajo –dicho de otra manera, le resultaría más dificil-. Pues eso no conviene en absoluto con su naturaleza. Ningún ser es por debajo de lo que puede; es siempre, y en todo momento, todo lo que puede ser.
En términos más filosóficos: no es ser “en potencia”, es decir, no efectuado, como retenido por algún poder superior y a la espera de la actualización. Todo potencia es en acto, es decir, efectiva.
Y nada da cuenta mejor de esto que el ejemplo de los animales, que son, lo sabemos bien, siempre iguales a lo que su naturaleza los determina a hacer.
(…)
La potencia de la araña

Mucho más radical es la objeción de Spinoza. Se pone, en efecto, del lado del animal. No importa cuál: mientras que Descartes hablaba de los animales sometidos o manifiestamente inferiores al hombre, Spinoza subraya por el contrario la potencia propia de la araña, y su facilidad tan manifiestamente superior a la del hombre en lo que respecta, ya no a la muerte que dar, sino a una obra que producir.
El concepto de potencia resulta profundamente modificado. Mientras que para Descartes potencia significa creación ex nihilo o poder soberano, o los dos a la vez (Orfeo), bajo la mirada de Spinoza la potencia de la araña se confunde con su ser. No esta por un lado el ser que es la araña y por el otro el poder que tiene. Ser araña es ser esa potencia de hilar, manera de expresar según su naturaleza propia su perseverancia en el ser. Para la araña, la tela no es una creación despegada de sí y arrojada al mundo, ni tampoco el sello, la marca de un poder soberano sobre el pueblo de las moscas; esa producción es su existencia misma, en tanto que vive y se perpetua de una cierta manera singular y determinada, a través de la urdidura de una tela, entre el cielo y tierra, en la paciente espera de la presa.
Cada uno entonces su potencia, sus aptitudes específicas que son su vida misma. E incluso la omnipotencia de Dios debe ser comprendida así: no como la soberanía de un Rey o la creatividad de un artista fecundo, sino como la Potencia elevada a lo absoluto, que solo depende de sí misma para existir. Esta es la razón por la cual, para comprender la esencia de cada cosa, hace falta comenzar por comprender la potencia divina; cuidándose de no ceder a lo abstracto, a lo indeterminado. Mutis de Orfeo, el poeta-rey que impone su poder al mismo tiempo, con una misma voz, sobre los hombres y los animales.


miércoles, 25 de septiembre de 2019

Cartas para dejar de amar amando (Hijas también de un…spinociano)



Cartas para dejar de amar amando

(Hijas también de un…spinociano)






Por: Ivannsan Zambrano G


Nota de contextualización

La última versión que tengo de estas cartas es aquella registrada el 14 de mayo de 2014. Debí haber comenzado a escribirlas a principios de ese año. Posterior a esa fecha, algunas veces volví a ellas, señalé algunos apartados y trabajé otros. Desde esa época al momento actual, las compartí con aquellos que como yo transitaron el desamor, a su vez, las discutí con algunos que por una u otra razón tuvieron la oportunidad de leerlas. Finalmente, a inicios de septiembre del año en curso (2019) he decidido terminarlas. Cumplo más o menos seis años de trabajo y pensamiento en torno a este escrito y su contenido en mi experiencia amorosa y de desamor.
Todo ha finalizado. Me he recuperado. Estas letras, esta composición de palabras hizo parte del camino. Es importante destacar que el estilo de escritura de las cartas (literario, casi poético) puede hacer pensar que aún hay dolor, y por supuesto que lo hay, pero entendido de una forma distinta, una que no se padece, sino que oficia como terreno de trabajo, de reflexión y preparación de sí, para nuevos amores, nuevas relaciones, una que me ubica en un estado de crecimiento, sabiduría y tranquilidad. El amor es una alegría acompañada por la idea de una causa externa, en este caso, inicialmente dolorosa, empero, he logrado que deje de ser una experiencia dolorosa, una triste, y se inscriba en una alegre.
Espero, en la medida de lo posible, pueda ayudar a otro a comprender el amor y llegado el caso, vivir con sabiduría el desamor. Debo reconocer una gran influencia de Baruch Spinoza en la redacción de las mismas. Hice del pensamiento de Spinoza y otros pensamientos filosóficos, una experiencia, y en el seno de ella trabajé mi sanación. 

A ella, (en todas y en todos), que hizo de lo interno una fuerza potencializadora.


1



No encuentro un camino, una ruta, un método, una instrucción, un consejo, en suma un horizonte que me de los instrumentos necesarios para dejarte de amar. Sí, sé que debo fabricarlos por mí mismo, a nadie más que a mi le corresponde esa inmensa y al parecer difícil tarea. En el terreno de esa búsqueda, esa fabricación, muchos creen que en manos de un otro superficial y fugaz o actividades que rutinizan el alma, podrán resolver la ausencia de un amor, ¡esas son falsas creencias! pues, al pasar del tiempo, descubren que confiaron la solución de su dolor en algo externo a sí mismos y se ven condenados a vivir de otro o de una actividad y no de sí y peor aún, pierden la posibilidad de adentrarse en sí mismos y saber de qué son capaces, de que fueron capaces y en suma el grado de sus fuerzas. En todo caso, sabiendo que sólo yo y nadie más que yo puede hacerlo, he decidido dejar en este diario, en estas letras la una de las más grandes pruebas que afrontado en mi vida, como te escribí alguna vez, si supero esta prueba, deberé poderme acercar a ti, sintiendo de nuevo que me aumentas como un amor de alegría y no me disminuyes como una sensación de tristeza.

Siempre sostuve que estoy siendo muchos a la vez, como que me hago de muchas relaciones, de muchos individuos ¿Recuerdas esas conversaciones en las que sosteníamos que en los encuentros nos hacemos humanidad, que en los encuentros nos tejemos la identidad y nos fortalecemos la existencia? Hay encuentros que nos posibilitan crecer y otros que nos detienen o disminuyen el crecimiento. Un encuentro, acaso uno de los más intensamente alegres, aconteció hace ya casi dos años, me relacioné con un hombre hecho de muchos individuos, con él he podido entender un poco el que se me dificulte odiar, más aún, he intentado hablando con él, entender por qué debo dejar de amar amándote. Se trata de Baruch de Spinoza. Él, junto a otros autores, y algunas corrientes espirituales y filosóficas, nutren mi reflexión.

Con el paso del tiempo y en beneficio propio y también tuyo, he venido llenándome de fuerzas para enfrentar lo que al día de hoy es una realidad, esto es, nuestra definitiva separación. Cada uno a su modo, se la suponía, se la imaginaba y de una u otra forma la esperaba. Este escrito constituye una suerte de investigación que me ha llevado a preguntarme por el amor y la vivencia del desamor. A través de él he buscado desesperadamente valerme de argumentos que posibiliten en la distancia y a pesar de todas las cosas buenas o malas que pasaron o puedan suceder, que te siga amando, pero de una forma distinta, tal vez de la mejor forma; el amor adecuado, esto es, el amor que se vive en el pensamiento y que sin desprenderse de las pasiones, hace de aquellas negativas un lugar siempre positivo, un amor que sumergido en la pasión, se expresa en y por el pensamiento, (que es la única forma), pues nadie obra si su espíritu no impulsa al cuerpo.

Dejar de amarte amándote suena contradictorio, pero no lo es. El amor es una sensación de bienestar que vivifica la vida, haciendo de la existencia una existencia intensificada, una existencia que ha de perseverar en sí misma, pero de forma distinta, esto es, en la búsqueda de la claridad y la sabiduría. El amor nunca resulta estéril o improductivo, siempre porta en sí energía que alimenta el alma, por tanto, para dejar de amar hay que amar con más intensidad, pues, los corazones lastimados, golpeados y afectados se curan y suelen vitalizarse cuando así se lo proponen, aquellos que se protegen de amar y se viven en sentimientos negativos como el odio, el desprecio, la rabia, entre otros, suelen solidificarse haciéndose un pedazo de hierro oxidado; un terreno estéril. Un trozo de plomo que reduce y desgasta la vida de quien lo carga.

En este camino el desamor aparece como un mal encuentro, un inadecuado devenir, uno donde tú y yo entrecruzamos nuestras vidas abastecidas por ideas inexpresivas, confusas e ingenuas. Aquellas en que fuimos socializados e insertos en el mundo de lo humano. Ideas que nos llevaron a realizar actos de magia sin ser magos ¡improvisamos el amor! He ahí la fuente de lo que hoy hegemoniza nuestra relación: el desamor, ese que tanto contigo como sin ti, implica una comprensión inadecuada de la vida, y en el peor de los casos, la reproducción de pasiones tristes. En esta vía, el amor es amor cuando expresa una adecuada comprensión de nuestras vidas y de lo que ellas hacen parte, esto en el encuentro con los otros y con nosotros mismos, en una relación entretejida en ideas que garanticen un constante aumento y no una tendencia a la disminución, es decir, ideas venidas de la reflexión en torno a lo que somos y no de la experiencia, la imaginación o las creencias.

Esta idea de dejar de amar amando o amar intensamente, significa virar el sentimiento de amor hacia mí mismo, luchando incansablemente por comprender lo que me pasa, lo que soy y saber de qué soy capaz y en este terreno vivir nuestra distancia sabiamente, buscando tanto como se pueda, mermar la sensación de dolor, las pasiones tristes mediante la continua reflexión, desnaturalizando lo que las hace posibles y haciendo de ellas algo expresivo en términos de claridad, sabiduría y bienestar, dejando así lo inexpresivo, es decir, la confusión y la oscuridad.

2

En ocasiones me descubro buscándote, intentando hallarte entre la gente y, siento que mi vida se me hace miedo, no sé, si es porque no te hallo, no te encuentro o por el miedo a encontrarte, a verte y que viéndote se me vaya la vida sobre la tuya.
En esas ocasiones, procuro dejar de vivirte en el pensamiento, como alejarte de mi conciencia, separarte de mi existencia, pero debo reconocer que son muchos los minutos que terminan siendo tuyos, me es difícil e incluso imposible doblegar la fuerza que emana en mi y que tiene tu nombre. Y me sumerjo en una discusión inútil; en mí se debaten las ideas carentes de razón y otras demasiado razonadas, con el paso del tiempo las ideas razonadas se hacen más fuertes, pero de improvisto y nutridas con una fuerza descomunal, ideas que no se entienden así mismas me atormentan y, entonces resulto de nuevo construyendo castillos de arena sobre el mar.
En medio de la terrible tormenta en la que me vivo, a pesar de los sinsabores y los constantes altibajos producto de la materialización de aquellas ideas, doy cuenta que mis acciones y resistencias, ese amar intensamente lo que me pasa, constituyen un tesoro; un tesoro que en la tormenta, pero también, y con más razón –pensando en el momento en que el desamor quede atrás- fuera de ella, resulta decisivo respecto a los retos, metas y caminos en los que me desenvuelvo, de una u otra forma el desamor me lleva a darme cuenta de lo que tengo, en otras palabras de mi capacidad, mi potencia.


3

La mente no maneja el tiempo del reloj ni del calendario en los temas del amor. Una historia de amor y también de desamor en un individuo es una experiencia sin fronteras temporales ni corporales, allí no hay un pasado, un presente ni un futuro, en la mente lo que entendemos como parte del pasado tiene tanta fuerza como lo que hace parte del presente. Las fronteras del cuerpo que se enamora apenas logran dibujarse en las siluetas de las nubes que siendo parte de un cielo azul, con el paso de las horas se hacen parte de otras nubes o entran en un proceso que muta su corporalidad.
No hay un cuerpo que contenga en sí y nada más que en sí los afectos del amor, por el contrario, cuando se ama o se vive el desamor el cuerpo se torna distinto, se intensifica la vida, se aumenta la existencia o por el contrario se merma su vitalidad: el cuerpo se enferma y anuncia una posible muerte, en cualquiera de los dos casos, todas las personas que nos conocen, los cuerpos que nos rodean señalan nuestra mutación y se ven afectados por ella, porque en ella y gracias a ella, ellos también mutan; los vemos distintos y nos ven pero sobre todo nos sienten de forma distinta; el mundo ya no es igual y al parecer lo que nos juntaba en su desamarre arrastra consigo la experiencia del mundo donde nos conjugábamos, donde tú y yo durante cierto tiempo nos alimentamos. Todo cambia, ya nada es igual, sin un “nosotros” el mundo de los “otros”, los externos a nuestro derrotado lazo, se vuelve más extraño y las desgastadas relaciones en y por las que nos hacíamos, en su ocaso rarifican las relaciones que continúan y dan lugar a otras relaciones por siempre diferentes.

En el escenario de esas relaciones que mutan, que dejan de ser lo que eran, muchos nos brindarán consejos, palabras e instrucciones para “olvidar”, “dejar atrás”, “seguir la vida”. Son gestos solidarios y bondadosos que, en todo caso, resultan poco benéficos si no se toman con cautela y reflexión. Lo cierto es que esos consejos tienen la virtud de fortalecernos en la inmediatez, resultan una especie de curas temporales que al pasar de los días se caen y la herida continua, por tanto, no hay que despreciarlos, por el contrario recibirlos teniendo por objetivo tomar de ellos lo que más nos sirva de acuerdo a nuestras fuerzas, en suma aquello que nos potencia y que entrelazándose en nuestra vida nos constituye. Una condición necesaria para esto, es continuar conociéndonos, saber de lo que soy capaz en el escenario de mi existencia y perseverancia o lucha por la vida.
Apreciados amigos me invitaron a dejar de amarte en los brazos de un nuevo amor, de una nueva experiencia, una posible historia, algunos otros sostuvieron que lo mejor era concentrar la mente en actividades que me desalojaran del escenario del amor e incluso del desamor, otros en cercanía a lo anterior, dijeron que canalizara mis fuerzas en nuevas actividades, aventuras y metas. A todos ellos no puedo sino agradecerles, pero siempre, para tomar o dejar de lado uno de esos consejos, tuve por orientación el conocimiento por un lado, de mi existencia y por el otro, fundamentalmente el hecho de que, todo consejo que tomado no resultara poniéndome en dependencia de otra cosa: un Dios, un placer momentáneo, un torrente de licor, una rutina o cualquier otra cosa, todo lo anterior era plausible en la medida en que fuera un medio, pero no un fin en sí mismo.

4

En el desamor -y también en el amor-, pasado, presente y futuro resulta mezclado en una vivencia intensificada que rehace la existencia continuamente, y que la condena a pervivir día a día en el anhelo de ser algo que no se fue o reconstruir algo que nunca más será. Muchas veces se me llena la existencia de una nostalgia dolorosa, pues, cuando río quiero haber reído contigo, cuando triunfo pienso en tu triunfo y en el triunfo de los dos, cuando camino por los senderos que recorrimos y veo otras parejas encontradas y rehaciéndose en el amor, evoco nuestras presencias en ese encuentro y, me reclamo por la ausencia de un abrazo, un beso, una caricia, una expresión.
Mi mente se vive en el pasado, el presente y el futuro, pareciera que alimentada de recuerdos tan presentes e intensos que no pueden, les es imposible pertenecer al pasado, re-direcciona y resignifica todo, a tal punto que la muy insolente termina anhelado reiniciar, recomenzar, volver a luchar por tu amor que no es más que el amor a la sensación que produces en mi existencia. Y en esos momentos dudo de mí, por eso a lo que le tengo más miedo es a mí mismo, pues nadie sabe de lo que un cuerpo es capaz y, cuando me veo diluido en esa sensación que me supera, que me hace perder el control; sufro. Recuerdo que cuando se ama, como dijo mi maestro, hay que entregarse totalmente, pero en el desamor las entregas suelen terminar en hondas confusiones y terribles daños.

Nada es eterno, con el paso de los días y los meses, logro un mayor control, los días se hacen menos dolorosos y puedo continuar perseverando en mis sueños, mis caminos, mi vida. Allí el tiempo del calendario no es la medida, cada quien sin que lo quiera, tomará un tiempo, un espacio temporal que será la medida de la duración de su desamor.

5

Aristóteles y gran parte de la filosofía griega nos indujeron a pensar que las cosas son; Pedro es blanco, María es hermosa, Laura es egoísta, Mario es brillante, entre otras y nos descubrimos hoy en día acercándonos o alejándonos de los otros debido a eso que “son”, aunque, muchas veces no estemos del todo seguros, y es que las personas nunca son, “están siendo”. El problema tanto en el amor como en el desamor es de enormes magnitudes, pues, aquella al parecer inofensiva costumbre, nos lleva a esencializar a los otros, a creerlos inmodificables, detenidos en el tiempo y el espacio.
Habría que partir de que el otro no es nada o es algo sólo cuando en el encuentro conmigo descubro que me potencia o que me disminuye. Si bien hay ciertas cosas que hacen de pedro pedro, resulta benéfico intentar constantemente desencializar a los otros y contener nuestra opinión respecto al otro sólo en el encuentro y los múltiples encuentros que es donde se juega en relación conmigo la existencia del otro.
Cuando otros dicen que tú eres o no eres, en ocasiones tiendo a apoyarlos, creyendo que con eso elaboro razones de más para dejar de sentir y de alguna forma olvidarte, sin embargo, descubro que juzgándote me hago más daño a mí que el que podría hacerte y que intentado etiquetarte y esencializarte dejo de lado que tú, también fuiste otras cosas. Lo realmente importante es que todas las cosas negativas que pueda decir de ti son como semillas podridas que carcomen las parcelas de mi alma, especie de plaga que daña la cosecha que hace posible mi existencia, por tanto, prefiero pensar que no eres nada, ni egoísta, ni cruel, ni impetuosa, nada, si llegas a ser algo, ese algo es el recuerdo de todas las cosas maravillosas que me potenciaron en tu cercanía, de todas las cosas que te potencian y sobre todo, de aquellas cosas que entretejen tus sueños, así en ellos no esté yo. Esto último debe ser una especie de regla para vivir el desamor.
6
La soledad me inunda, me sostiene, me atrapa sin mayor resistencia. En ocasiones, en el encuentro con otras personas nada de ellas me pasa, nada se hace experiencia en mí, nada que parta de ellas penetra el duro muro de concreto y desilusión que me ha cercado desde tu partida. Cuando hablo con otros, realmente no estoy hablando, estoy fingiendo hablar, fingiendo estar, fingiendo existir…
Siento tu ausencia en el aire, en los latidos del corazón, en la sudoración del cuerpo, en la risa y por supuesto en la tristeza. Vivo de forma anormal tu ausencia que no es más que el vacío de tu partida; algo me sucede; tu ausencia es un padecimiento que disminuye los latidos del corazón y por momentos me acerca a la muerte. Sé que por esto que vivo no moriré, pero una fuerza instintiva me invita a hacerlo. No prestaré atención a su llamado, tendré que desnaturalizar constantemente aquella fuerza que día a día atormenta mi pensamiento, mi existencia, deberé enfrentarme a ella y desarmarla, conocerla, saber de su alcance gracias al conocimiento de aquello que la compone. Efectivamente es mejor enfrentar lo que nos daña sabiendo un poco de él y no ignorando todo aquello que lo hace posible. Muchas personas se ven sumergidas en emociones que no comprenden, sentimientos negativos que resultan omnipotentes debido más al desconocimiento de quien los padece que a la fuerza que los impulsa. La forma en que logro esquivar, bordear esta sensación de muerte consiste en reflexionar y conocer los alcances de aquellos sentimientos, teniendo como objetivo enfrentarlos adecuadamente y continuar el camino, esto es, perseverar en los sueños que alimentan mi vida.
No dejarme cercar y atrapar por el muro de la soledad, pasar sobre él cuantas veces se requiera, sabiendo que la soledad, en el desamor es el encuentro con uno mismo, un encuentro que atemoriza pero fortalece. Aunque duela y pareciera destruir, entendido de forma adecuada y con los necesarios cuidados, trae consigo una de las oportunidades de crecimiento interior más productivas.
La soledad es el llamado, la oportunidad para irse sobre sí mismo y en los terrenos del alma, sobre los escaparates del cuarto de los recuerdos, colocar las memorias del amor que se va en el lugar de los trofeos, preparar la casa para una vivencia de sí y abonar las tierras, pues, nuevas siembras vendrán.


7

En el desamor no se está bien. Quien sostiene que lo está frente a los demás y, además se lo cree respecto a sí mismo, lo naturaliza, lo vuelve una condición de existencia, es cierto, amó, amaba como “se debe” amar, como se nos dice que amemos, así mismo vive, padece el desamor también como se nos ha dicho debemos hacerlo, es decir, dando prioridad a sí mismo pero de forma egoísta. Esta persona no amó como ama la mayoría de los mortales; entregando su vida, perdiéndola, desdibujándola, haciéndola vivir de otra y por otra, que no es la de él.

Todos quisiéramos vivir un amor perfecto, sin dolor, sin inseguridad e incertidumbre, sin embargo si así fuera el amor, no sería amor, sería un acuerdo, un pacto que sostiene dos vidas, dos soledades, pero sólo eso, un pacto tan sólido y frío como un contrato empresarial. Quien ama se vive afortunada o desafortunadamente en el otro, por tanto, la vida de quien sufre el desamor, es la vida de quien realmente amó.

Me siento en el dolor del desamor y puedo sentirme alegre, pues amé. Esta condición contrario a lo que muchos piensan, me llena de orgullo, pues, demuestra que he sido capaz de sobrevivir, de poner en riesgo mi vida por otra vida, que en otro sentido puede ser una meta, un objetivo, y que al igual que lo hice en el camino del amor, podré, debido a que tengo la capacidad de hacerlo, conozco mis fuerzas, hacerlo en otros campos, en otros senderos, en otros amores y en otros sueños. Perseverar en lo que aumenta nuestra existencia, nuestro oficio –el oficio de amar, entre otros posibles- visibiliza nuestra fuerza, de esta forma, entre otras cosas, refleja de lo que se es capaz, que en la mayoría de las ocasiones desconocemos; suele suceder que no sabemos de lo que somos capaces.

8

He dejado de caminar, de seguir el trayecto de lo cotidiano. Me he detenido en el tiempo y muchas veces en el espacio de nuestros recuerdos; mis memorias. El tiempo que pasa no se las lleva consigo, o para ser honesto no he querido dejarlas atrás, me he reafirmado en ellas, las reproduzco. Éstas prevalecen (o las hago prevalecer) y mediante estallidos de ansiedad se hacen parte de mi vivencia diaria y, aunque no quiero vivir de ellas, aunque las encierre y desprecie, ellas se libran e intranquilizan mi pensamiento. ¿Qué hago con tus recuerdos? ¿Los nuestros?
No me queda más que vivir de ellos y en ellos, no puedo arrojarlos al olvido, pues, si lo hiciera, me mentiría a mí mismo. Nadie puede dejar en el olvido lo que constituye su presente. La mente en los temas del amor y el desamor no entiende de pasado, presente o futuro, todo se juega en el plano de la existencia reciente. Nos hacemos de recuerdos, de memorias que no son más que experiencias entrecruzadas entre individuos, se trata de entrecruzamientos que nos actualizan, diferencian y posicionan entre los otros.
A quien vive del desamor no se le puede acusar de vivir en el pasado, pues, el pasado es una herramienta, una medida del tiempo, realmente nadie vive en el pasado, todos devenimos en existencias singulares que se rehacen constantemente en la interacción vivencial y el continuo pensamiento, por tanto, los recuerdos, en especial los que se viven en el desamor, entretejen nuestro presente, y no nos queda más que, o luchar con ellos eternamente o aprender a vivir con ellos dotándolos y significándolos de tal forma que nos potencien.

La reescritura de los recuerdos

Respecto a los recuerdos, aquellos que nos unieron pero también aquellos que nos distanciaron, tengo por regla no buscar en ellos lo bueno o lo malo, en la vida humana no hay cosas buenas ni malas, lo que para uno es bueno para el otro puede ser malo, de esta forma entiendo los recuerdos como imágenes y textos formativos, que sin ser buenos ni malos tienen el potencial de continuar dando vida a nuestra existencia.
Despojando los recuerdos de lo bueno y lo malo, he podido hacer de ellos experiencias que me enriquecen, nutren y diversifican la vida, en otras palabras la aumentan, pues de esta forma ellos brindan la capacidad de escoger, seleccionar y decidir qué caminos en el camino que continuo caminando vivifican, potencian mi existencia o la disminuyen.
A su vez, con el paso del tiempo y sabiéndome en la tranquilidad de un estado constante a amar y no odiar, siendo afectado, reconstituido y afirmado constantemente en la interacción con los otros, los recuerdos van rehaciéndose y llegará el momento en que esos recuerdos serán causa de alegría y no de tristeza y podré hablar de ellos con un tipo de nostalgia placentera, al decir de los brasileños, una “saudade”, estaré contento de sí.
Por otro lado, aunque en el desamor se viva bajo una constante amenaza de reducción, la verdad es que poco a poco nuestra voluntad se robustece y nos lleva a vivirnos en otras ideas que gradualmente merman los sentimientos e ideas negativas que nos reducen. Finalmente el mundo continúa…

9

Padezco un tipo de ansiedad que me recluye en el pensamiento, intentando que sea a través de éste y no de las pasiones desaforadas que decida ir en busca tuya, en otros casos de desamor sucede lo contrario; las pasiones movilizan al sujeto que es esclavo de ellas, en mi caso, he luchado por sobre ponerme a las pasiones y vivir del y en el pensamiento, por tanto, mis batallas se libran en él, aspecto que en todo caso no le resta fuerza a las emociones, pues no dejo de sentir el deseo de ti.
Por medio y en medio del pensamiento resulto intentando convencerme de que todo ha sido un malentendido, una equivocación, un error producto de una discusión o cadena de eventos en las que nos vimos consumidos sin saberlo. Varias veces al día mi mente da vueltas al asunto. Este es el tipo de acciones que las personas suelen evitar mediante diversas actividades y rutinas diarias, ellos domestican sus emociones, las encarcelan y les impiden hablar, las ignoran y con ello ignoran su humanidad, éstos temen como nunca caer presos de sus pensamientos y emociones. En mi caso, decidí afrontarlos, intentando encauzar la intempestiva energía que me lanza a ti, cuando tu no quieres ni debes recibirme, pensando en que, si bien no llegaré a una conclusión definitiva respecto a nuestra separación ni a un tipo de reflexión que me lleve a alejarme o acercarme a ti, en el acto de pensar y por el acto de pensar ampliaré el conocimiento de mí mismo y mis fuerzas: descubriré aspectos en mi vida a los cuales no había prestado atención y en suma dedicaré más tiempo a mí; a forjarme a mí mismo, continuar preparándome para continuar la vida. De esta forma, el desamor resulta un terreno abonado de sentimientos que aunque dolorosos, tienen el potencial de dar luz a mi vida, por el contrario intentar escapar de ellos me condena al desconocimiento de mi fuerza y la cristalización de mi corazón, que a fuerza de miedo, se hace piedra; muro de cemento frente al otro y desgraciadamente, frente a un nuevo amor. Cómo diría Palahniuk “Nunca sabes cuan fuerte eres hasta que ser fuerte es la única elección que tienes. Y cuando esto sucede eres intocable”.

10

Puedo alimentar mi cotidianidad en los entrecruzamientos con distintas personas que de una u otra forma alejan la sensación de ti, puedo vivirme en otras relaciones e intentar que lo nuestro quede relegado y doblegado por las intensidades del presente, llevar a cabo acciones que me alejen de ti y establecer nuevas relaciones con individuos que de una u otra forma desplacen en mi la idea tuya y tus afectos; tu olor, tu recuerdo, tu vida, tu ser. Sin embargo, tendré que estar atento a la forma en que se establecen dichas relaciones, más aún cuando una de ellas, una amistad con tintes de amor, tenga el potencial de mermar o desplazar la idea de ti, pues, en el caso particular, tal vez me veré aumentado momentáneamente, esta repotencialización me hará bien, pero, si no estoy atento a lo que está sucediendo, me veré confundido… y no puede ser de otra forma –igual me confundiré-, pues, aunque intente entender lo que produce esta nueva relación, aquello que imaginó y reproduzco a partir de ella, en el fondo resultará extraña debido no solamente al hecho de aparecer por vez primera, sino, al estado de desamor en el que me encuentro.
Por tanto, tendré que luchar para que las cosas no se desaten rápidamente, que haya un tiempo en el que gradualmente pueda conocer a la otra persona, y lo más importante, pueda valorar y aprender a querer o a amar a esta persona. En caso contrario, no sólo para mí sino para ella puede terminar siendo peligroso. Los dos nos veremos avocados a vivir un encuentro que si bien nos puede potenciar, a largo plazo daña, es decir, altera nuestra existencia y en el caso propio, termina arrojándome a un estado de tristeza constante, y lo peor aún, extendiendo el tiempo de duelo que de esta forma puede llegar a ser eterno.

11

En ocasiones la culpa me somete a indagación, interroga sobre las causas de la separación e intenta mostrarme mi papel, mi grado de culpabilidad en ella. Buscar culpables no es bueno, se tiende a convertir al otro o a sí mismo en responsable de algo que en el fondo, corresponde a los dos y que no fue una constate, se trató de malos encuentros. En todo caso, siento culpa debido a la ruptura o incluso, al dolor que puedas estar viviendo…creo esto es más el reflejo del dolor propio. La culpa o la compasión por el otro intranquiliza y desestabiliza, pero intento concientizarme de que, a pesar de los tropiezos comunes en el desamor, los dos estamos bien, vamos creciendo, aumentando nuestras fuerzas, repensando sueños y mirando más lejos de lo que nos permitían nuestros cuerpos juntos, y entonces debo alegrarme. Con tu partida y mi partida del acuerdo que nos juntaba, nuestras almas tienen nuevamente la oportunidad de hacerse dueñas de sí, aspecto de suma importancia, uno que en el amor inadecuado tiende a sacrificarse.

12

Hubo días en que te veía a diario y otros en que desapareciste. Cada vez que te veía mis temores se asentaban en mi cuerpo (que por supuesto soy yo mismo) y cada vez que, durante algunos días desaparecías, temía nuevamente dejar de verte; temía a tu desaparición, nuevamente mi cuerpo se resentía. Sabía que no podía despreciar tu existencia queriendo que desaparecieses completamente, ni vivirte tan cerca que me quemara como las mariposas que se acercan al calor. Sufrí constantemente este ir y venir de tu presencia, para mí era claro que lo mejor era aprender a verte de una forma tal, que ni sufriera ni me alegrara, pero que estuviese más cerca de la alegría que de la tristeza. Ya sabes lo que he hecho, te lo he contado en anteriores cartas.

13

El deseo de llamarte, de buscarte en suma, de procurar hacerme a espacios donde estés es increíblemente fuerte, no hago sino pensar en ello, ideo planes que me acerquen a ti, sin embargo, reconozco que aquellos deseos e incluso, muchas veces su materialización resultan negativos, pues, nuevamente me sumergen en un continuo dolor y confusión que me disminuye. No puedo pasar por alto esta sensación, nadie puede, todos de una u otra forma sabemos en el escenario del desamor que nos acercamos al peligro… ¿qué hacer? No necesitamos partir de la tristeza que se anuncia bajo la advertencia del peligro, para vivir la alegría, tener como escenario constante aquello que nos reduce para sentir la intensidad de aquello que nos aumenta, por el contrario, podemos buscar y trabajar por encuentros, vivencias y pasatiempos que, a pesar de que nos puedan afectar negativamente, aspecto que no sabremos sino en el mismo encuentro y posterior a él, sean signados y entendidos de tal forma que al pensar en ellos una vez han pasado, destaquemos y tomemos lo bueno, lo que nos permite continuar.
Con el paso del tiempo la presencia tuya duele menos y los momentos de encuentro gradualmente, después de varios meses, se tornan positivos en la medida en que me potencian. En caso de verte a diario, como sucedió por algún tiempo, debo ser cauteloso, pues, el riesgo de volver a lo mismo, de creer que podemos juntarnos de nuevo es inmenso, por tanto, evito y evitaré encuentros cercanos y largos contigo. Un saludo respetuoso es un buen comienzo.

14

Hoy compartes con otro hombre, con otra expresión de la vida, del amor. Hoy vives tus alegrías y tus tristezas con otro. Tal vez, para muchos esta situación es la más dolorosa, sin embargo, desde el primer momento en que supe de tu nueva relación, hace al menos dos años, me convencí a mí mismo de que debía festejarla, aplaudirla y desear para ella una buena duración. El amor siempre es bueno, y un nuevo amor en vos es una alegría en mí. Imaginar tu alegría me alegra, me aumenta. Desear tu tristeza me entristece, me disminuye, me estimula en el rencor y la ira, pasiones tristes que día a día han desaparecido.
Después de haberme cultivado en la reflexión y el trabajo en mí mismo, de haber crecido en la vivencia del desamor, sabía que no podía imaginar o anhelar un devenir negativo a esta nueva relación, por el contrario, tendría que considerarla como algo que aumenta la vida, pues, si realmente te amo, es debido a que deseo tu bienestar. Así las cosas, aunque sienta una leve espina en mí ser, siento tranquilidad y regocijo. Sé que desear el bien trae también, bien, bienestar y tranquilidad. En otras palabras, la vida nos entrega lo que damos, nos devuelve lo que somos.

martes, 24 de septiembre de 2019

"Cartas a Spinoza" Nise da Silveira



Las Cartas a Spinoza de Nise da Silveira, constituyen un horizonte de escritura íntima, donde Silveira escribe a Spinoza escribiéndose a sí misma. Nise en Spinoza, Spinoza en Nise, expresa una escritura singular que saca a luz la autenticidad de una apropiación, de una lectura hecha experiencia. No se trata de una filosofa o psiquiatra leyendo a Spinoza: un neutro lector que en la figura del sujeto lee un objeto, sino, de una experiencia de vida que potenciada, animada y vitalizada rinde tributo a aquello que la alimenta, la potencia, que la atraviesa y seduce. Nise Da Silveira (Maceió, 15 de febrero de 1905 — Rio de Janeiro, 30 de octubre de 1999), memorable expresión femenina que alteró las relaciones en que ese cuerpo social nombrado Brasil devino en el pasado siglo. Ella se hizo historia, se forjó a sí misma como un jardín de expresiones artísticas, políticas, psiquiátricas y éticas del que hoy se abastecen innumerables pensadores. A continuación, un dialogo, una conversación entre maneras de ser del mundo, de la Sustancia.


https://images.app.goo.gl/jFp1Ur3oRj3BLw7n8

As cartas de Nise da Silveira a Spinoza
(Primeras dos cartas de siete escritas por Nise Da Silveira)
Silveira, N. da (1995). Cartas a Spinoza. Rio de Janeiro: Francisco Alves.
CARTA I
Meu caro Spinoza,
Você é mesmo singular. Através dos séculos continua despertando admirações fervorosas, oposições, leituras diferentes de seus livros, não só no mundo dos filósofos, mas, curiosamente, atraindo pensadores das mais diversas áreas do saber, até despretensiosos leitores que insistem, embora sem formação filosófica (e este é o meu caso), no difícil e fascinante estudo da filosofia.
Mais surpreendente ainda é que, à atração intelectual, muitas vezes venham juntar-se sentimentos profundos de afeição. Assim, Einstein refere-se a você como se, entre ambos, houvesse “familiaridade cotidiana”. Dedica-lhe poemas. O poema para A Ética de Spinoza transborda de afeto: “Como eu amo este homem nobre / mais do que posso dizer por palavras”.
E este belo soneto de Sully Prud’homme exprime sentimentos de terna devoção:

C’était un homme doux, de chétive santé
Qui, tout en polissant de verres des lunettes,
Mit l’essence divine en formules très nettes,
Si nettes, que le monde em fut épouvanté,
Ce sage demonstrait, avec simplicité.
Que le bien et te mal sont d’antiques sornettes,
Et les libres mortels d’humbles marionettes,
Dont le fil est aux mains de la necessité.
Pieux admirateur de la Sainte Ecriture
Il n’y voulait pas voir un Dieu contre nature,
A quoi la Synagogue en rage s’opposa.
Loin d’elle polissant des verres des lunettes,
Il aidait les savants à compter les planètes,
C’était un homme doux Baruch de Spinoza.
[Era um homem tão doce, de saúde frágil,
Que de tanto polir os cristais de mil lentes,
Pôs a essência divina numa fórmula ágil,
E o mundo apavorado o viu como um descrente.
O sábio demonstrou com um simples adágio
Que tanto o bem quanto o mal são velhos dementes,
E os mortais são fantoches que devem seu ágio
Aos fios necessários de mãos descontentes.
Admirador devoto da Santa Escritura,
Não poderia ver um Deus contra a natura,
Ao qual a sinagoga se opunha raivosa.
Longe dela, polia os cristais de mil lentes,
E socorria os sábios contando astros e entes.
Era um homem tão doce, Bento de Espinosa.]*
*Trad.: João Filho

Talvez você se surpreenda em saber que o maior escritor brasileiro, Machado de Assis, escreveu para você um soneto:


Gosto de ver-te grave e solitário
sob o fumo de esquálida candeia,
nas mãos a ferramenta de operário,
e na cabeça a coruscante ideia.
E enquanto o pensamento delineia
uma filosofia, o pão diário
a tua mão a labutar granjeia
e achas na independência o teu salário.
Soem, lá fora agitações e lutas
sibile o bafo aspérrimo do inverno,
tu trabalhas, tu pensas, e executas
sóbrio, tranquilo, desvelado e terno
a lei comum, e morres, e transmutas
o suado labor no prémio eterno.
E até um mestre budista, Maida Schiuchi, também escreveu versos para você:
Goethe foi budista
Por quê?
Porque ele serviu
um Buda chamada Spinoza.
Quem não for capaz de ler A Ética
como um sutra do Grande Veículo,
ainda que se diga budista
não passa de uma toupeira.
Buda viveu há 2.500 anos.
E Spinoza, há 300.
Realmente a verdade é uma só!
É a universidade do Budismo.
Aquele homem
num cantinho de sua cidade
viveu como artesão polidor de lentes,
viveu autenticamente a Verdade!

Não sei de filósofo algum a quem tenham sido dedicadas poesias ou comovidas evocações de encontros decisivos. Há, naturalmente, os eruditos, e esta é a maioria, os conhecedores e interpretadores de sua obra, olhada de ângulos diversos. A esses nada acontece de realmente importante. Mas há, também, outros que você marcou no cerne do ser.
Goethe permaneceu em reclusão durante meses para estudar a Ética e, a partir daí, passou por um processo de transformação. “Na Ética de Spinoza encontrei apaziguamento para minhas paixões; pareceu-me que se abria ante meus olhos uma visão ampla e livre sobre o mundo físico e moral. A imagem deste mundo é transitória; desejaria ocupar-me somente das coisas duradouras e conseguir a eternidade para meu espírito, de acordo com a doutrina de Spinoza”.
Deu-me prazer a narração que faz Romain Roland do encontro com você, quando ainda adolescente. Ele vinha sendo, como bom francês, “nourri de la moelle cartesienne, pendant deux à trois années”… [mantido à medula cartesiana durante dois ou três anos] Mas, continua ele, o caminho natural do espírito levou-me a Spinoza, diretamente, instintivamente, tal um cão pelo olfato na trilha de duas ou três palavras. E diz da intensa emoção sentida quando leu seus escritos. Muitos anos depois, os volumes que os continham permaneceram para ele “livros sagrados”.
E assim, através do tempo e dos lugares, você foi fascinando grandes, pequenos, pequeníssimos. E, correndo mundo, seu Livro maior — a Ética — chegou às minhas mãos, numa pequena cidade do nordeste do Brasil, chamada Maceió. Parece incrível. Eu estava vivendo um período de muito sofrimento e contradições. Logo às primeiras páginas, fui atingida. As dez mil coisas que me inquietavam dissiparam-se quase, enfraquecendo-se a importância que eu lhes atribuía. Outros valores impunham-se agora. Continuei sofrendo, mas de uma maneira diferente. E desde então, desejo intensamente aproximar-me de você, como discípula e amiga. Este é o motivo por que lhe escrevo essas cartas.
Tenho para mim que você vivenciou de súbito a experiência da totalidade, “a mais importante e única de todas as experiências espirituais”.
Mas como exprimir em palavras algo tão assombroso?
Então você nos fala de uma substância única, cujo conceito não necessita de qualquer outra coisa para sua formulação. E aquilo que é, ou seja, Deus, ser absolutamente infinito, enfeixando infinidade de atributos, cada um dos quais exprime uma essência eterna e infinita.
Todas as coisas existentes são modos, isto é, modificações, afecções da substância, e não podem ser concebidas sem a substância ou fora da substância, sua causa imanente. A existência dos modos é precária. Existem ou deixam de existir, enquanto é eterna a substância.
Os humanos seriam modos. Mas me parece que, pelo menos a estes modos, os humanos, você concede uma latente capacidade de diferenciação e esforça-se, através de toda a Ética, para ajudá-los a se diferenciarem de maneira especial, reformando o entendimento, trabalhando ideias confusas, a fim de torná-las claras, indicando-lhes o caminho para libertarem-se da escravidão das paixões e mesmo atingirem a beatitude. Esta arte de diferenciação, que você propõe, chega ao ponto de admitir a possibilidade de um modo, perecível por definição, saltar, graças a assíduo trabalho, de sua instável condição de existência para conquistar a eternidade. Seria um verdadeiro pulo olímpico. Ouso até propor para seu livro magnum o subtítulo: “Arte de diferenciação do modo humano”. Estarei dizendo um absurdo?
A concepção que você tem de Deus, causa imanente e não transitiva de todas as coisas, confundiu muita gente. Insultos pessoais, deturpações grosseiras de suas concepções, rótulos de panteísta, de ateu. Ateu, você, para quem “o amor devotado a Deus deve ocupar o espírito acima de tudo” (V, XVI), amor completamente depurado, que nada pede em troca, sequer o amor do grande amado (V, XIX).
Quanto a mim, repito com Novallis, que você é “um homem ébrio de Deus”.
Outros negam-lhe originalidade. Referem influências sobre seu pensamento, partindo de Uriel da Costa, Daniel Prado, Giordano Bruno…
Decerto, todos sofrem a influência da época em que vivem. Seu vocabulário bem o demonstra para desespero de seus leitores de hoje. Mas, essas influências, por fortes que sejam, podem contribuir para modelamentos de formas e expressão. Entretanto jamais conseguiriam provocar profundas transformações da visão do universo, segundo aconteceu a você.
Em compensação, outros lhe compreenderam, no todo ou em parte, admiravam e escreveram livros e mais livros sobre a sua filosofia. Quero apenas perguntar se você tem notícia de um filósofo do Terceiro Mundo, chamado Farias Brito. Ele aprendeu sua ideia fundamental de maneira mais sintética: “Deus está no universo como o universo está em Deus”. Farias Brito vê em você um pensador isolado. Escreve: “sua filosofia apresenta-se na história do pensamento com a mesma importância com que se apresentaria em vasto deserto uma grande montanha de cristal dominando o alto e na qual bateriam em cheio os raios de sol”.
Agora vou continuar, entrando num assunto difícil. Talvez tenham ocorrido, para abrir caminho à sua grande vivência original, circunstâncias especiais de sua vida:
— Você não aceitou, desde ainda muito jovem, os rígidos ensinamentos dos mestres do judaísmo e foi, por isso, expulso da comunidade judaica como um maldito.
— Suas tentativas de atividade no comércio de exportação, legado por seu pai, fracassaram.
— E, mais ainda, o amor pela filha de seu professor de latim trouxe-lhe amarga decepção.
Perdoe-me se toco em assuntos pessoais delicados. Receio aborrecer você, sempre tão discreto. Mas se o faço é movida por um desejo de o conhecer melhor. Creio que me encanta a imagem que você escolheu para seu sinete: uma rosa e, em torno da flor, as palavras — Cuidado. Eu tenho espinhos. Não seriam certamente espinhos para ferir, mas espinhos para manter à distância indiscretos que pretendessem aproximação impertinente.
Haviam sido cortadas todas as amarras, nenhum apego lhe retinha. Você estava livre para receber, em todo o seu esplendor, a emergência da experiência interna da totalidade e, a partir daí, desdobrá-la numa visão unitária do universo, que acredito ter sido vivenciada por você, a ponto de ousar pedir-lhe permissão para abordá-la usando conceitos e vocabulário que me são familiares.
Um concurso de circunstâncias adversas, aceitas por você sem qualquer crispação do Ego, criaram um vazio que permitiu o surgimento da profundidade da psique, do arquétipo do Self — “um termo de uma parte bastante preciso para exprimir a essência da totalidade humana e bastante impreciso, de outra parte, para exprimir também o caráter indescritível e indeterminável da totalidade” (C. G. Jung, 12, 10).
Ao arquétipo do Self, no seu caráter indeterminado, você teria denominado substância infinita, ou seja, Deus. Deus na acepção de Natura Naturans, energia criadora e englobante do mundo na sua totalidade.
Muitos filósofos devem ter pressentido e aspirado a este encontro com o arquétipo do Self. Na Expérience Métaphysique, Jean Wahl diz que os grandes filósofos intuíram mais ou menos vagamente a existência de algo para além de si próprios e tentaram exprimir e alcançar este algo por caminhos diversos.
“Em Spinoza, a visão intelectual do universo apresenta-se de um só golpe quase perfeita”, escreveu Karl Jaspers.
Também aqui aconteceu que muitos poderão ser chamados e poucos os escolhidos.
Uma coisa me perturba e quase me causa vertigens: é a sua afirmação de que Deus consiste de uma infinidade de atributos, dos quais o entendimento humano apenas alcança dois — pensamento e extensão. Teremos, pois, de reconhecer as limitações de nosso entendimento, na condição de modos da substância infinita. Em carta a Oldenburg (XXXII), você compara o homem a um verme que vivesse no sangue. Este verme poderia discernir os glóbulos do sangue em circulação constante, mas não conheceria a natureza do sangue na sua totalidade.
Assim vivemos nós numa parte do universo. Poderemos realizar pesquisas em torno de nós e em nós mesmos, mas não alcançaremos a compreensão da natureza infinita, pois somos finitos.
Conhecer as limitações para então tentar superá-las, eis o belo itinerário que você nos aponta.
Gratíssima, mestre!

Nise.
________________________________________
CARTA II

Meu caro Spinoza,

A vida em Amsterdã, depois da absurda excomunhão e de outros dissabores, devia ter sido bastante penosa para você, apesar da acolhida que desde logo lhe ofereceram os Colegiantes, esse curioso grupo de cristãos, que reunia indivíduos interessados na interpretação da Bíblia, estudiosos de filosofia cartesiana, e ainda outros, abertos a fontes neoplatônicas e a obras de místicos como Jacob Boehme.
Foi no círculo dos Colegiantes de Amsterdã que você encontrou ambiente para expor suas ideias sob a forma ousada em que já se apresentavam no esboço do Breve Tratado, fonte onde eu gosto muito de beber.
Mas creio que deveria ainda haver algo de hostil no clima de Amsterdã quando você, em 1660, decidiu mudar-se para a aldeia de Rijinsburg, centro dos Colegiantes. Ali você estaria tranquilo para pensar. Conviveria num ambiente cordial.
Às vezes chego a imaginar-me em Rijinsburg, invisível ouvinte do círculo dos Colegiantes, que você ali frequentava. Era um prazer vê-lo, aos 28 anos, moreno, de cabelos e olhos escuros, os olhos que deveriam ser semelhantes aos de sua mãe, a portuguesa Ana Débora. Tenho quase certeza de que as primeiras palavras que você balbuciou foram em português. E isso me comove.
Ali estava você, no meio de homens louros ou ruivos, que o escutavam surpreendidos e talvez mesmo perturbados. Essas minhas imaginações o acompanham até o frio sótão, onde você habitava num quarto alugado. Parece-me vê-lo debruçado sobre sua mesa de trabalho, iluminada por lâmpada de luz hesitante, trabalhando e retrabalhando pensamentos e sentimentos nascidos de sua experiência direta da unidade.
Lembrei-me então desses versos de Baudelaire, embora fossem tranquilas as ruas de Rijinsburg e só fosse ouvido o sopro de ventanias frígidas:

“L’émeute tempêtant vainement à ma vitre
ne fera pas lever mon front de mon pupitre,
car je serai plongé dans cette volupté,
d’évoquer le printemps avec ma volonté
de tirer un soleil de mon coeur, et de faire
des mes pensées brûlantes une tiède atmosphère”
[Em vão a tempestade estremece a vidraça;
Imerso no poema eu até acho graça
Pois cá na escrivaninha revivo o prazer
De evocar o Verão pelo simples querer
E produzir um sol no meu coração. Rindo,
Minha mente febril inventa um dia lindo.]*
*Trad.: Pontual.

Caraterística muito simpática dos Colegiantes é nunca haverem exigido de você a adesão ao cristianismo, ao batismo, nem que você aceitasse a encarnação do Deus infinito num homem.
Mas não deixa de surpreender você admitir que “Pode ser que Deus tenha impresso em vós uma ideia clara d’Ele mesmo, de modo que, por amor, vós esqueceis o mundo e amais os outros homens como a vós mesmos. Em todo caso, é evidente que a um homem dotado de tal disposição repugne tudo quanto é chamado de mal e, por esta razão, o mal não pode existir n’Ele” (Carta XXIII a Blyenbergh — Voorburg 1665 — O.C., p. 1220).
Esse homem bem poderia ser o Cristo. E talvez algo semelhante haja acontecido a outros raros seres humanos. Muito provavelmente a você, querido amigo.
É inegável que a doutrina de Cristo tenha marcado seu pensamento, principalmente na primeira etapa de suas cogitações filosóficas. Assim, na introdução do Breve Tratado, você diz que visa a “curar aqueles que se acham doentes em seu entendimento por meio de um espírito de doçura e paciência, segundo o exemplo do Senhor Cristo, nosso mestre maior” (O.C., 71). E, bem mais tarde, no Tratado Teológico Político, publicado em 1670, você escreve: “Eu não li em lugar algum que Deus tenha aparecido ao Cristo, ou que lhe tenha falado, mas o texto ensina que Deus se revelou aos apóstolos pela intermediação do Cristo e que Ele é a via da salvação, ao passo que a Lei antiga havia sido transmitida por uma voz ecoando no ar, mas não imediatamente… Por conseguinte, se Moisés falava face à face com Deus, como um homem com seu semelhante (isto é, pela interposição de seus corpos), o Cristo, ele próprio, comunicou-se com Deus de espírito a espírito.
Em conclusão, nós declaramos que, à exceção do Cristo, ninguém recebeu jamais a revelação de Deus sem o auxílio da imaginação, isto é, de palavras ou imagens visuais” (T.T.P., O.C., 681).
Gostei muito de ler essas suas palavras, porque sou muito amarrada ao Cristo. Peço-lhe perdão por tê-las transcrito tão longamente numa carta a você mesmo. Mas isso me deu prazer.
Entre os Colegiantes de Rijinsburg, como já havia acontecido no grupo de Amsterdã, você fez grandes amigos. Uma carta de Simon de Vries (Carta VIII) bem demonstra o contato mantido entre os dois grupos. Além de Simon de Vries, outro amigo delicadíssimo foi Jarig Jelles, firme até a morte. E ainda o editor Juan de Rieuwertz, Balleing, para não citar outros. Você, que tanto amava a solidão, a meditação, tinha o dom de fazer amizades sólidas. Insisto nisso porque é coisa rara. Quase sempre as amizades são instáveis e deixam na gente traços de mágoa. Pergunto-me mesmo, se, entre os mais fiéis de seus amigos, todos entendiam a profundeza de sua filosofia. Não tenho dúvida de que sua personalidade, sua atitude para com o outro, irradiassem algo como a força do ímã, vinda do âmago de seu ser.
Você polia lentes. Comentam alguns que este trabalho era feito como um ofício, como meio de manter a vida. Mas outros o negam. Sua subsistência modesta estava assegurada por amigos fraternos (Vries). As lentes eram polidas a fim de serem utilizadas em seus próprios trabalhos científicos, tal como faziam vários sábios da época. É possível que algumas fossem vendidas, pois seriam procuradas por sua perfeição, mas não como meio de subsistência. Aqui faço uma hipótese. O polir lentes obedece a leis geométricas. Você as polia com prazer, usando as próprias mãos. Divertiu-me o que você diz, em carta a Oldenburg, a propósito das lentes polidas por Huygens que “se dedicou e se dedica inteiramente ao polimento das lentes; em vista disso, ele construiu uma bela máquina para a fabricação de várias lentes. Eu não sei ainda quais tenham sido os resultados, e, com efeito, nem sequer me interesso. A experiência, em verdade, mostrou-me suficientemente que com a mão é possível polir as lentes esféricas muito melhor e com maior segurança do que lograria uma máquina” (Carta XXXII, Voorburg, 1665).
Você admitiria a possibilidade de existir uma relação estreita entre o polir de lentes, com as próprias mãos, dentro de regras geométricas, e as transformações que fizeram do Breve Tratado, iniciado em Amsterdã — a Ética — construída sob forma geométrica, sem cessar, polida e repolida, até 1775?
Nosso Machado de Assis percebeu algo dessa relação quando disse num soneto, que já citei na carta anterior: “nas mãos a ferramenta do operário / no cérebro a coruscante ideia”.
Dando um passo a mais, ver-se-á ficar transparente, em você próprio, relação estreita entre pensamento e corpo (suas mãos) trabalhando, cada um em sua clave, numa personalidade bem integrada.
Foi no retiro de Rijinsburg que você escreveu o Tratado sobre a Reforma do Entendimento. Desejei muito este seu livro, mas só consegui anos depois de já ter comigo a Ética. Assim, foi uma grande alegria quando o encontrei. Nas primeiras páginas fiquei logo comovida lendo o que você diz de si próprio, de maneira tão discreta, mas que deixa transparecer um sofrido e profundo trabalho interior.
Sem maior demora, segue-se a exposição de seu método de filosofar, tão ligado à sua maneira de viver.
Amigo, você nem avalia a onda de lembranças que logo se ergueu dentro de mim.
Revi-me quando ainda ginasiana. Depois de prestados meus exames de álgebra e geometria no Liceu Alagoano (Maceió), logo no início das férias, eu estava um dia arrumando meus livros: separei os volumes de álgebra, geometria e cadernos correspondentes, guardei-os num armário próximo de minha pequena mesa de estudo (era linda essa pequena mesa com seus elegantes pés volteados), e coloquei sobre ela livros de física, química e história natural, que seriam as matérias no ano letivo seguinte, de acordo com os programas daquela época.
Meu pai estava perto, sentado numa cadeira de balanço. Parecia totalmente absorvido na sua leitura.
Foi com surpresa que o ouvi perguntar-me:
— Você vai recolher seus livros de geometria?
— Sim, agora terei outras matérias para estudar.
— Lamento, porque geometria não é uma matéria como as outras. Não é apenas o estudo das propriedades das figuras. Ensina a arte de pensar.
Meu pai, em poucas palavras, mostrava-me uma perspectiva nova de estudo. Eu tinha na ocasião quatorze anos de idade, mas me feriu a expressão “arte de pensar”.
Peguei logo meu preferido tratado de geometria e coloquei-o ao lado dos livros programados para o último ano de preparatórios, conforme se dizia naqueles distantes tempos. Levei-o também comigo para a Bahia, onde fui fazer o curso médico.
De quando em vez, abria-o ao acaso e ficava seguindo linhas traçadas no espaço, que conduziam sempre a demonstrações exatas. Assim, cedo tomei o hábito de procurar ordenar e deduzir, embora não conseguisse chegar ao clássico “como queríamos demonstrar” e esbarrasse tantas, tantas vezes, diante de portas misteriosas. Nas ciências biológicas as coisas são muito complicadas.
Nessa época eu estava longe de supor que meu pai havia me impulsionado para o segundo gênero de conhecimento, conforme você o descreve: conhecimento dedutivo regido pela razão, que deixa para trás o “ouvi dizer” ou as “experiências vagas” do primeiro gênero de conhecimento.
Muito mais tarde, quando comecei a estudar apaixonadamente sua filosofia, embora de maneira dispersiva, verifiquei o quanto ainda mais difícil que a prática do segundo gênero de conhecimento será a penetração para além da cadeia de operações intelectuais dedutivas, até que se consiga atingir o terceiro gênero de conhecimento, ou seja, a apreensão imediata da essência das coisas.
Foi um relâmpago deste último género de conhecimento que deslumbrou Antonin Artaud, quando ele de súbito descobriu o Ser da abelha: “j’ai vu un Être, celui de l’abeille vivre, cela me suffitt pour toujours” [Eu vi o Ser da abelha, e isso para mim foi definitivo].
Vivências semelhantes já aconteceram a muitos outros: místicos, poetas, pintores, músicos e mesmo a homens e mulheres comuns em instantes privilegiados, que parecem eternos, mas quase sempre são fugazes.
Você visa a transmitir a maneira de alcançar a essência das coisas com maior estabilidade.
Para galgar esta escalada, seu método ensina que será necessário, preliminarmente, “uma meditação assídua e a maior firmeza de propósitos”, além de traçar uma regra de vida e prescrever para si próprio um objetivo bem determinado (Carta XXXVII, a J. Bauwmester).
O pensamento deter-se-á sobre uma ideia verdadeira, pois “deve existir em nós, como instrumento inato, uma ideia verdadeira”. Neste difícil caminhar, quanto maior for o número de ideias verdadeiras, ou seja, das essências das coisas existentes, compreendidas pela reflexão, mais se ampliará o espírito daquele que pratica este método. E, sobretudo, acentua você, o método alcançará maior perfeição quando o espírito se aplica ao conhecimento do Ser absolutamente perfeito (Tratado da Reforma do Entendimento, 39). Desde o início, pois, convirá dedicarmo-nos a chegar o mais rapidamente possível ao conhecimento daquele Ser (49 TRE).
Não sei se o entendo bem. Mas não consigo aceitar que você seja um extremado racionalista, segundo se repete habitualmente.
Só em Jaspers encontrei um justo comentário: “Spinoza comunica sua filosofia pelos meios que a razão fornece, mas estes não esgotam seus fundamentos decisivos” (Jaspers, op. cit., 276). Estes “fundamentos decisivos” provêm, parece-me, da experiência da totalidade que você apreendeu intuitivamente como uma verdade absoluta.
Perdoe-me se comparo sua concepção da unidade original das coisas à visão do “planetário de Deus”, vislumbrada por Carlos Pertuis. Mas Carlos era fraco. Sua personalidade estilhaçou-se sob o impacto da visão extraordinária e acabou internado, pelo resto da vida, num hospital psiquiátrico.
Você suportou, decerto deslumbrado, o fulgor da experiência súbita, mas a estrutura forte de sua personalidade manteve-se coesa. Mas a experiência direta era inefável. Como falar aos homens? Seria preciso recorrer à linguagem racional. Assim você o fez, desdobrando pensamentos, desvelando paixões e a escravidão que elas impõem, ateando fogo sagrado ao desejo de liberdade e de beatitude, perturbando mundo afora muitas cabeças. Inclusive, querido amigo, meu curto pensar, meu fraco intuir.
Nise.

La responsabilidad de ser un girasol. Pensando en Spinoza y los girasoles

Hacer de un pensamiento, un autor, un argumento, experiencia y no discurso, ¡he aquí el gran desafío de los que...