Cartas
para dejar de amar amando
(Hijas
también de un…spinociano)
Por:
Ivannsan Zambrano G
Nota de contextualización
La
última versión que tengo de estas cartas es aquella registrada el 14 de mayo de
2014. Debí haber comenzado a escribirlas a principios de ese año. Posterior a
esa fecha, algunas veces volví a ellas, señalé algunos apartados y trabajé
otros. Desde esa época al momento actual, las compartí con aquellos que como yo
transitaron el desamor, a su vez, las discutí con algunos que por una u otra
razón tuvieron la oportunidad de leerlas. Finalmente, a inicios de septiembre
del año en curso (2019) he decidido terminarlas. Cumplo más o menos seis años
de trabajo y pensamiento en torno a este escrito y su contenido en mi
experiencia amorosa y de desamor.
Todo
ha finalizado. Me he recuperado. Estas letras, esta composición de palabras
hizo parte del camino. Es importante destacar que el estilo de escritura de las
cartas (literario, casi poético) puede hacer pensar que aún hay dolor, y por
supuesto que lo hay, pero entendido de una forma distinta, una que no se
padece, sino que oficia como terreno de trabajo, de reflexión y preparación de
sí, para nuevos amores, nuevas relaciones, una que me ubica en un estado de
crecimiento, sabiduría y tranquilidad. El amor es una alegría acompañada por la
idea de una causa externa, en este caso, inicialmente dolorosa, empero, he
logrado que deje de ser una experiencia dolorosa, una triste, y se inscriba en
una alegre.
Espero,
en la medida de lo posible, pueda ayudar a otro a comprender el amor y llegado
el caso, vivir con sabiduría el desamor. Debo reconocer una gran influencia de
Baruch Spinoza en la redacción de las mismas. Hice del pensamiento de Spinoza y
otros pensamientos filosóficos, una experiencia, y en el seno de ella trabajé
mi sanación.
A ella, (en todas y en todos), que hizo de lo
interno una fuerza potencializadora.
1
No
encuentro un camino, una ruta, un método, una instrucción, un consejo, en suma
un horizonte que me de los instrumentos necesarios para dejarte de amar. Sí, sé
que debo fabricarlos por mí mismo, a nadie más que a mi le corresponde esa
inmensa y al parecer difícil tarea. En el terreno de esa búsqueda, esa
fabricación, muchos creen que en manos de un otro superficial y fugaz o
actividades que rutinizan el alma, podrán resolver la ausencia de un amor,
¡esas son falsas creencias! pues, al pasar del tiempo, descubren que confiaron
la solución de su dolor en algo externo a sí mismos y se ven condenados a vivir
de otro o de una actividad y no de sí y peor aún, pierden la posibilidad de
adentrarse en sí mismos y saber de qué son capaces, de que fueron capaces y en
suma el grado de sus fuerzas. En todo caso, sabiendo que sólo yo y nadie más
que yo puede hacerlo, he decidido dejar en este diario, en estas letras la una
de las más grandes pruebas que afrontado en mi vida, como te escribí alguna
vez, si supero esta prueba, deberé poderme acercar a ti, sintiendo de nuevo que
me aumentas como un amor de alegría y no me disminuyes como una sensación de
tristeza.
Siempre
sostuve que estoy siendo muchos a la vez, como que me hago de muchas relaciones,
de muchos individuos ¿Recuerdas esas conversaciones en las que sosteníamos que
en los encuentros nos hacemos humanidad, que en los encuentros nos tejemos la
identidad y nos fortalecemos la existencia? Hay encuentros que nos posibilitan
crecer y otros que nos detienen o disminuyen el crecimiento. Un encuentro,
acaso uno de los más intensamente alegres, aconteció hace ya casi dos años, me
relacioné con un hombre hecho de muchos individuos, con él he podido entender
un poco el que se me dificulte odiar, más aún, he intentado hablando con él,
entender por qué debo dejar de amar amándote. Se trata de Baruch de Spinoza. Él,
junto a otros autores, y algunas corrientes espirituales y filosóficas, nutren mi
reflexión.
Con el
paso del tiempo y en beneficio propio y también tuyo, he venido llenándome de
fuerzas para enfrentar lo que al día de hoy es una realidad, esto es, nuestra
definitiva separación. Cada uno a su modo, se la suponía, se la imaginaba y de
una u otra forma la esperaba. Este escrito constituye una suerte de
investigación que me ha llevado a preguntarme por el amor y la vivencia del
desamor. A través de él he buscado desesperadamente valerme de argumentos que
posibiliten en la distancia y a pesar de todas las cosas buenas o malas que
pasaron o puedan suceder, que te siga amando, pero de una forma distinta, tal
vez de la mejor forma; el amor adecuado, esto es, el amor que se vive en el
pensamiento y que sin desprenderse de las pasiones, hace de aquellas negativas
un lugar siempre positivo, un amor que sumergido en la pasión, se expresa en y
por el pensamiento, (que es la única forma), pues nadie obra si su espíritu no
impulsa al cuerpo.
Dejar
de amarte amándote suena contradictorio, pero no lo es. El amor es una
sensación de bienestar que vivifica la vida, haciendo de la existencia una
existencia intensificada, una existencia que ha de perseverar en sí misma, pero
de forma distinta, esto es, en la búsqueda de la claridad y la sabiduría. El
amor nunca resulta estéril o improductivo, siempre porta en sí energía que
alimenta el alma, por tanto, para dejar de amar hay que amar con más
intensidad, pues, los corazones lastimados, golpeados y afectados se curan y
suelen vitalizarse cuando así se lo proponen, aquellos que se protegen de amar
y se viven en sentimientos negativos como el odio, el desprecio, la rabia,
entre otros, suelen solidificarse haciéndose un pedazo de hierro oxidado; un
terreno estéril. Un trozo de plomo que reduce y desgasta la vida de quien lo
carga.
En
este camino el desamor aparece como un mal encuentro, un inadecuado devenir,
uno donde tú y yo entrecruzamos nuestras vidas abastecidas por ideas inexpresivas,
confusas e ingenuas. Aquellas en que fuimos socializados e insertos en el mundo
de lo humano. Ideas que nos llevaron a realizar actos de magia sin ser magos
¡improvisamos el amor! He ahí la fuente de lo que hoy hegemoniza nuestra
relación: el desamor, ese que tanto contigo como sin ti, implica una
comprensión inadecuada de la vida, y en el peor de los casos, la reproducción
de pasiones tristes. En esta vía, el amor es amor cuando expresa una adecuada
comprensión de nuestras vidas y de lo que ellas hacen parte, esto en el encuentro
con los otros y con nosotros mismos, en una relación entretejida en ideas que
garanticen un constante aumento y no una tendencia a la disminución, es decir,
ideas venidas de la reflexión en torno a lo que somos y no de la experiencia,
la imaginación o las creencias.
Esta
idea de dejar de amar amando o amar intensamente, significa virar el
sentimiento de amor hacia mí mismo, luchando incansablemente por comprender lo
que me pasa, lo que soy y saber de qué soy capaz y en este terreno vivir
nuestra distancia sabiamente, buscando tanto como se pueda, mermar la sensación
de dolor, las pasiones tristes mediante la continua reflexión, desnaturalizando
lo que las hace posibles y haciendo de ellas algo expresivo en términos de
claridad, sabiduría y bienestar, dejando así lo inexpresivo, es decir, la
confusión y la oscuridad.
2
En
ocasiones me descubro buscándote, intentando hallarte entre la gente y, siento
que mi vida se me hace miedo, no sé, si es porque no te hallo, no te encuentro
o por el miedo a encontrarte, a verte y que viéndote se me vaya la vida sobre
la tuya.
En
esas ocasiones, procuro dejar de vivirte en el pensamiento, como alejarte de mi
conciencia, separarte de mi existencia, pero debo reconocer que son muchos los
minutos que terminan siendo tuyos, me es difícil e incluso imposible doblegar
la fuerza que emana en mi y que tiene tu nombre. Y me sumerjo en una discusión
inútil; en mí se debaten las ideas carentes de razón y otras demasiado
razonadas, con el paso del tiempo las ideas razonadas se hacen más fuertes,
pero de improvisto y nutridas con una fuerza descomunal, ideas que no se
entienden así mismas me atormentan y, entonces resulto de nuevo construyendo
castillos de arena sobre el mar.
En
medio de la terrible tormenta en la que me vivo, a pesar de los sinsabores y
los constantes altibajos producto de la materialización de aquellas ideas, doy
cuenta que mis acciones y resistencias, ese amar intensamente lo que me pasa,
constituyen un tesoro; un tesoro que en la tormenta, pero también, y con más
razón –pensando en el momento en que el desamor quede atrás- fuera de ella,
resulta decisivo respecto a los retos, metas y caminos en los que me
desenvuelvo, de una u otra forma el desamor me lleva a darme cuenta de lo que
tengo, en otras palabras de mi capacidad, mi potencia.
3
La
mente no maneja el tiempo del reloj ni del calendario en los temas del amor.
Una historia de amor y también de desamor en un individuo es una experiencia
sin fronteras temporales ni corporales, allí no hay un pasado, un presente ni
un futuro, en la mente lo que entendemos como parte del pasado tiene tanta
fuerza como lo que hace parte del presente. Las fronteras del cuerpo que se
enamora apenas logran dibujarse en las siluetas de las nubes que siendo parte
de un cielo azul, con el paso de las horas se hacen parte de otras nubes o
entran en un proceso que muta su corporalidad.
No hay
un cuerpo que contenga en sí y nada más que en sí los afectos del amor, por el
contrario, cuando se ama o se vive el desamor el cuerpo se torna distinto, se
intensifica la vida, se aumenta la existencia o por el contrario se merma su
vitalidad: el cuerpo se enferma y anuncia una posible muerte, en cualquiera de
los dos casos, todas las personas que nos conocen, los cuerpos que nos rodean
señalan nuestra mutación y se ven afectados por ella, porque en ella y gracias
a ella, ellos también mutan; los vemos distintos y nos ven pero sobre todo nos
sienten de forma distinta; el mundo ya no es igual y al parecer lo que nos
juntaba en su desamarre arrastra consigo la experiencia del mundo donde nos
conjugábamos, donde tú y yo durante cierto tiempo nos alimentamos. Todo cambia,
ya nada es igual, sin un “nosotros” el mundo de los “otros”, los externos a
nuestro derrotado lazo, se vuelve más extraño y las desgastadas relaciones en y
por las que nos hacíamos, en su ocaso rarifican las relaciones que continúan y
dan lugar a otras relaciones por siempre diferentes.
En el
escenario de esas relaciones que mutan, que dejan de ser lo que eran, muchos
nos brindarán consejos, palabras e instrucciones para “olvidar”, “dejar atrás”,
“seguir la vida”. Son gestos solidarios y bondadosos que, en todo caso,
resultan poco benéficos si no se toman con cautela y reflexión. Lo cierto es
que esos consejos tienen la virtud de fortalecernos en la inmediatez, resultan
una especie de curas temporales que al pasar de los días se caen y la herida
continua, por tanto, no hay que despreciarlos, por el contrario recibirlos
teniendo por objetivo tomar de ellos lo que más nos sirva de acuerdo a nuestras
fuerzas, en suma aquello que nos potencia y que entrelazándose en nuestra vida
nos constituye. Una condición necesaria para esto, es continuar conociéndonos,
saber de lo que soy capaz en el escenario de mi existencia y perseverancia o
lucha por la vida.
Apreciados
amigos me invitaron a dejar de amarte en los brazos de un nuevo amor, de una
nueva experiencia, una posible historia, algunos otros sostuvieron que lo mejor
era concentrar la mente en actividades que me desalojaran del escenario del
amor e incluso del desamor, otros en cercanía a lo anterior, dijeron que
canalizara mis fuerzas en nuevas actividades, aventuras y metas. A todos ellos
no puedo sino agradecerles, pero siempre, para tomar o dejar de lado uno de
esos consejos, tuve por orientación el conocimiento por un lado, de mi
existencia y por el otro, fundamentalmente el hecho de que, todo consejo que
tomado no resultara poniéndome en dependencia de otra cosa: un Dios, un placer
momentáneo, un torrente de licor, una rutina o cualquier otra cosa, todo lo
anterior era plausible en la medida en que fuera un medio, pero no un fin en sí
mismo.
4
En el
desamor -y también en el amor-, pasado, presente y futuro resulta mezclado en
una vivencia intensificada que rehace la existencia continuamente, y que la
condena a pervivir día a día en el anhelo de ser algo que no se fue o
reconstruir algo que nunca más será. Muchas veces se me llena la existencia de
una nostalgia dolorosa, pues, cuando río quiero haber reído contigo, cuando
triunfo pienso en tu triunfo y en el triunfo de los dos, cuando camino por los
senderos que recorrimos y veo otras parejas encontradas y rehaciéndose en el
amor, evoco nuestras presencias en ese encuentro y, me reclamo por la ausencia
de un abrazo, un beso, una caricia, una expresión.
Mi
mente se vive en el pasado, el presente y el futuro, pareciera que alimentada
de recuerdos tan presentes e intensos que no pueden, les es imposible
pertenecer al pasado, re-direcciona y resignifica todo, a tal punto que la muy
insolente termina anhelado reiniciar, recomenzar, volver a luchar por tu amor
que no es más que el amor a la sensación que produces en mi existencia. Y en
esos momentos dudo de mí, por eso a lo que le tengo más miedo es a mí mismo,
pues nadie sabe de lo que un cuerpo es capaz y, cuando me veo diluido en esa
sensación que me supera, que me hace perder el control; sufro. Recuerdo que
cuando se ama, como dijo mi maestro, hay que entregarse totalmente, pero en el
desamor las entregas suelen terminar en hondas confusiones y terribles daños.
Nada
es eterno, con el paso de los días y los meses, logro un mayor control, los
días se hacen menos dolorosos y puedo continuar perseverando en mis sueños, mis
caminos, mi vida. Allí el tiempo del calendario no es la medida, cada quien sin
que lo quiera, tomará un tiempo, un espacio temporal que será la medida de la
duración de su desamor.
5
Aristóteles
y gran parte de la filosofía griega nos indujeron a pensar que las cosas son;
Pedro es blanco, María es hermosa, Laura es egoísta, Mario es brillante, entre
otras y nos descubrimos hoy en día acercándonos o alejándonos de los otros
debido a eso que “son”, aunque, muchas veces no estemos del todo seguros, y es
que las personas nunca son, “están siendo”. El problema tanto en el amor como
en el desamor es de enormes magnitudes, pues, aquella al parecer inofensiva
costumbre, nos lleva a esencializar a los otros, a creerlos inmodificables,
detenidos en el tiempo y el espacio.
Habría
que partir de que el otro no es nada o es algo sólo cuando en el encuentro conmigo
descubro que me potencia o que me disminuye. Si bien hay ciertas cosas que
hacen de pedro pedro, resulta benéfico intentar constantemente desencializar a
los otros y contener nuestra opinión respecto al otro sólo en el encuentro y
los múltiples encuentros que es donde se juega en relación conmigo la
existencia del otro.
Cuando
otros dicen que tú eres o no eres, en ocasiones tiendo a apoyarlos, creyendo
que con eso elaboro razones de más para dejar de sentir y de alguna forma
olvidarte, sin embargo, descubro que juzgándote me hago más daño a mí que el
que podría hacerte y que intentado etiquetarte y esencializarte dejo de lado
que tú, también fuiste otras cosas. Lo realmente importante es que todas las
cosas negativas que pueda decir de ti son como semillas podridas que carcomen
las parcelas de mi alma, especie de plaga que daña la cosecha que hace posible
mi existencia, por tanto, prefiero pensar que no eres nada, ni egoísta, ni
cruel, ni impetuosa, nada, si llegas a ser algo, ese algo es el recuerdo de
todas las cosas maravillosas que me potenciaron en tu cercanía, de todas las
cosas que te potencian y sobre todo, de aquellas cosas que entretejen tus
sueños, así en ellos no esté yo. Esto último debe ser una especie de regla para
vivir el desamor.
6
La soledad
me inunda, me sostiene, me atrapa sin mayor resistencia. En ocasiones, en el
encuentro con otras personas nada de ellas me pasa, nada se hace experiencia en
mí, nada que parta de ellas penetra el duro muro de concreto y desilusión que
me ha cercado desde tu partida. Cuando hablo con otros, realmente no estoy
hablando, estoy fingiendo hablar, fingiendo estar, fingiendo existir…
Siento
tu ausencia en el aire, en los latidos del corazón, en la sudoración del
cuerpo, en la risa y por supuesto en la tristeza. Vivo de forma anormal tu
ausencia que no es más que el vacío de tu partida; algo me sucede; tu ausencia
es un padecimiento que disminuye los latidos del corazón y por momentos me
acerca a la muerte. Sé que por esto que vivo no moriré, pero una fuerza
instintiva me invita a hacerlo. No prestaré atención a su llamado, tendré que desnaturalizar
constantemente aquella fuerza que día a día atormenta mi pensamiento, mi
existencia, deberé enfrentarme a ella y desarmarla, conocerla, saber de su
alcance gracias al conocimiento de aquello que la compone. Efectivamente es
mejor enfrentar lo que nos daña sabiendo un poco de él y no ignorando todo
aquello que lo hace posible. Muchas personas se ven sumergidas en emociones que
no comprenden, sentimientos negativos que resultan omnipotentes debido más al
desconocimiento de quien los padece que a la fuerza que los impulsa. La forma
en que logro esquivar, bordear esta sensación de muerte consiste en reflexionar
y conocer los alcances de aquellos sentimientos, teniendo como objetivo
enfrentarlos adecuadamente y continuar el camino, esto es, perseverar en los
sueños que alimentan mi vida.
No
dejarme cercar y atrapar por el muro de la soledad, pasar sobre él cuantas
veces se requiera, sabiendo que la soledad, en el desamor es el encuentro con
uno mismo, un encuentro que atemoriza pero fortalece. Aunque duela y pareciera
destruir, entendido de forma adecuada y con los necesarios cuidados, trae
consigo una de las oportunidades de crecimiento interior más productivas.
La soledad
es el llamado, la oportunidad para irse sobre sí mismo y en los terrenos del
alma, sobre los escaparates del cuarto de los recuerdos, colocar las memorias
del amor que se va en el lugar de los trofeos, preparar la casa para una
vivencia de sí y abonar las tierras, pues, nuevas siembras vendrán.
7
En el
desamor no se está bien. Quien sostiene que lo está frente a los demás y,
además se lo cree respecto a sí mismo, lo naturaliza, lo vuelve una condición
de existencia, es cierto, amó, amaba como “se debe” amar, como se nos dice que
amemos, así mismo vive, padece el desamor también como se nos ha dicho debemos
hacerlo, es decir, dando prioridad a sí mismo pero de forma egoísta. Esta
persona no amó como ama la mayoría de los mortales; entregando su vida,
perdiéndola, desdibujándola, haciéndola vivir de otra y por otra, que no es la
de él.
Todos
quisiéramos vivir un amor perfecto, sin dolor, sin inseguridad e incertidumbre,
sin embargo si así fuera el amor, no sería amor, sería un acuerdo, un pacto que
sostiene dos vidas, dos soledades, pero sólo eso, un pacto tan sólido y frío
como un contrato empresarial. Quien ama se vive afortunada o desafortunadamente
en el otro, por tanto, la vida de quien sufre el desamor, es la vida de quien realmente
amó.
Me
siento en el dolor del desamor y puedo sentirme alegre, pues amé. Esta
condición contrario a lo que muchos piensan, me llena de orgullo, pues,
demuestra que he sido capaz de sobrevivir, de poner en riesgo mi vida por otra
vida, que en otro sentido puede ser una meta, un objetivo, y que al igual que
lo hice en el camino del amor, podré, debido a que tengo la capacidad de
hacerlo, conozco mis fuerzas, hacerlo en otros campos, en otros senderos, en
otros amores y en otros sueños. Perseverar en lo que aumenta nuestra
existencia, nuestro oficio –el oficio de amar, entre otros posibles- visibiliza
nuestra fuerza, de esta forma, entre otras cosas, refleja de lo que se es
capaz, que en la mayoría de las ocasiones desconocemos; suele suceder que no
sabemos de lo que somos capaces.
8
He
dejado de caminar, de seguir el trayecto de lo cotidiano. Me he detenido en el
tiempo y muchas veces en el espacio de nuestros recuerdos; mis memorias. El
tiempo que pasa no se las lleva consigo, o para ser honesto no he querido
dejarlas atrás, me he reafirmado en ellas, las reproduzco. Éstas prevalecen (o
las hago prevalecer) y mediante estallidos de ansiedad se hacen parte de mi
vivencia diaria y, aunque no quiero vivir de ellas, aunque las encierre y
desprecie, ellas se libran e intranquilizan mi pensamiento. ¿Qué hago con tus
recuerdos? ¿Los nuestros?
No me
queda más que vivir de ellos y en ellos, no puedo arrojarlos al olvido, pues,
si lo hiciera, me mentiría a mí mismo. Nadie puede dejar en el olvido lo que constituye
su presente. La mente en los temas del amor y el desamor no entiende de pasado,
presente o futuro, todo se juega en el plano de la existencia reciente. Nos
hacemos de recuerdos, de memorias que no son más que experiencias entrecruzadas
entre individuos, se trata de entrecruzamientos que nos actualizan, diferencian
y posicionan entre los otros.
A
quien vive del desamor no se le puede acusar de vivir en el pasado, pues, el
pasado es una herramienta, una medida del tiempo, realmente nadie vive en el
pasado, todos devenimos en existencias singulares que se rehacen constantemente
en la interacción vivencial y el continuo pensamiento, por tanto, los
recuerdos, en especial los que se viven en el desamor, entretejen nuestro
presente, y no nos queda más que, o luchar con ellos eternamente o aprender a
vivir con ellos dotándolos y significándolos de tal forma que nos potencien.
La
reescritura de los recuerdos
Respecto
a los recuerdos, aquellos que nos unieron pero también aquellos que nos
distanciaron, tengo por regla no buscar en ellos lo bueno o lo malo, en la vida
humana no hay cosas buenas ni malas, lo que para uno es bueno para el otro
puede ser malo, de esta forma entiendo los recuerdos como imágenes y textos
formativos, que sin ser buenos ni malos tienen el potencial de continuar dando
vida a nuestra existencia.
Despojando
los recuerdos de lo bueno y lo malo, he podido hacer de ellos experiencias que
me enriquecen, nutren y diversifican la vida, en otras palabras la aumentan,
pues de esta forma ellos brindan la capacidad de escoger, seleccionar y decidir
qué caminos en el camino que continuo caminando vivifican, potencian mi
existencia o la disminuyen.
A su
vez, con el paso del tiempo y sabiéndome en la tranquilidad de un estado
constante a amar y no odiar, siendo afectado, reconstituido y afirmado
constantemente en la interacción con los otros, los recuerdos van rehaciéndose
y llegará el momento en que esos recuerdos serán causa de alegría y no de
tristeza y podré hablar de ellos con un tipo de nostalgia placentera, al decir
de los brasileños, una “saudade”, estaré contento de sí.
Por
otro lado, aunque en el desamor se viva bajo una constante amenaza de
reducción, la verdad es que poco a poco nuestra voluntad se robustece y nos
lleva a vivirnos en otras ideas que gradualmente merman los sentimientos e
ideas negativas que nos reducen. Finalmente el mundo continúa…
9
Padezco
un tipo de ansiedad que me recluye en el pensamiento, intentando que sea a
través de éste y no de las pasiones desaforadas que decida ir en busca tuya, en
otros casos de desamor sucede lo contrario; las pasiones movilizan al sujeto
que es esclavo de ellas, en mi caso, he luchado por sobre ponerme a las
pasiones y vivir del y en el pensamiento, por tanto, mis batallas se libran en
él, aspecto que en todo caso no le resta fuerza a las emociones, pues no dejo
de sentir el deseo de ti.
Por
medio y en medio del pensamiento resulto intentando convencerme de que todo ha
sido un malentendido, una equivocación, un error producto de una discusión o
cadena de eventos en las que nos vimos consumidos sin saberlo. Varias veces al
día mi mente da vueltas al asunto. Este es el tipo de acciones que las personas
suelen evitar mediante diversas actividades y rutinas diarias, ellos domestican
sus emociones, las encarcelan y les impiden hablar, las ignoran y con ello
ignoran su humanidad, éstos temen como nunca caer presos de sus pensamientos y
emociones. En mi caso, decidí afrontarlos, intentando encauzar la intempestiva
energía que me lanza a ti, cuando tu no quieres ni debes recibirme, pensando en
que, si bien no llegaré a una conclusión definitiva respecto a nuestra
separación ni a un tipo de reflexión que me lleve a alejarme o acercarme a ti,
en el acto de pensar y por el acto de pensar ampliaré el conocimiento de mí
mismo y mis fuerzas: descubriré aspectos en mi vida a los cuales no había
prestado atención y en suma dedicaré más tiempo a mí; a forjarme a mí mismo,
continuar preparándome para continuar la vida. De esta forma, el desamor
resulta un terreno abonado de sentimientos que aunque dolorosos, tienen el
potencial de dar luz a mi vida, por el contrario intentar escapar de ellos me
condena al desconocimiento de mi fuerza y la cristalización de mi corazón, que
a fuerza de miedo, se hace piedra; muro de cemento frente al otro y
desgraciadamente, frente a un nuevo amor. Cómo diría Palahniuk “Nunca sabes
cuan fuerte eres hasta que ser fuerte es la única elección que tienes. Y cuando
esto sucede eres intocable”.
10
Puedo
alimentar mi cotidianidad en los entrecruzamientos con distintas personas que
de una u otra forma alejan la sensación de ti, puedo vivirme en otras
relaciones e intentar que lo nuestro quede relegado y doblegado por las
intensidades del presente, llevar a cabo acciones que me alejen de ti y
establecer nuevas relaciones con individuos que de una u otra forma desplacen
en mi la idea tuya y tus afectos; tu olor, tu recuerdo, tu vida, tu ser. Sin
embargo, tendré que estar atento a la forma en que se establecen dichas
relaciones, más aún cuando una de ellas, una amistad con tintes de amor, tenga
el potencial de mermar o desplazar la idea de ti, pues, en el caso particular,
tal vez me veré aumentado momentáneamente, esta repotencialización me hará
bien, pero, si no estoy atento a lo que está sucediendo, me veré confundido… y
no puede ser de otra forma –igual me confundiré-, pues, aunque intente entender
lo que produce esta nueva relación, aquello que imaginó y reproduzco a partir
de ella, en el fondo resultará extraña debido no solamente al hecho de aparecer
por vez primera, sino, al estado de desamor en el que me encuentro.
Por
tanto, tendré que luchar para que las cosas no se desaten rápidamente, que haya
un tiempo en el que gradualmente pueda conocer a la otra persona, y lo más
importante, pueda valorar y aprender a querer o a amar a esta persona. En caso
contrario, no sólo para mí sino para ella puede terminar siendo peligroso. Los
dos nos veremos avocados a vivir un encuentro que si bien nos puede potenciar,
a largo plazo daña, es decir, altera nuestra existencia y en el caso propio,
termina arrojándome a un estado de tristeza constante, y lo peor aún,
extendiendo el tiempo de duelo que de esta forma puede llegar a ser eterno.
11
En
ocasiones la culpa me somete a indagación, interroga sobre las causas de la
separación e intenta mostrarme mi papel, mi grado de culpabilidad en ella. Buscar
culpables no es bueno, se tiende a convertir al otro o a sí mismo en
responsable de algo que en el fondo, corresponde a los dos y que no fue una
constate, se trató de malos encuentros. En todo caso, siento culpa debido a la
ruptura o incluso, al dolor que puedas estar viviendo…creo esto es más el
reflejo del dolor propio. La culpa o la compasión por el otro intranquiliza y
desestabiliza, pero intento concientizarme de que, a pesar de los tropiezos
comunes en el desamor, los dos estamos bien, vamos creciendo, aumentando
nuestras fuerzas, repensando sueños y mirando más lejos de lo que nos permitían
nuestros cuerpos juntos, y entonces debo alegrarme. Con tu partida y mi partida
del acuerdo que nos juntaba, nuestras almas tienen nuevamente la oportunidad de
hacerse dueñas de sí, aspecto de suma importancia, uno que en el amor
inadecuado tiende a sacrificarse.
12
Hubo
días en que te veía a diario y otros en que desapareciste. Cada vez que te veía
mis temores se asentaban en mi cuerpo (que por supuesto soy yo mismo) y cada
vez que, durante algunos días desaparecías, temía nuevamente dejar de verte;
temía a tu desaparición, nuevamente mi cuerpo se resentía. Sabía que no podía
despreciar tu existencia queriendo que desaparecieses completamente, ni vivirte
tan cerca que me quemara como las mariposas que se acercan al calor. Sufrí
constantemente este ir y venir de tu presencia, para mí era claro que lo mejor
era aprender a verte de una forma tal, que ni sufriera ni me alegrara, pero que
estuviese más cerca de la alegría que de la tristeza. Ya sabes lo que he hecho,
te lo he contado en anteriores cartas.
13
El
deseo de llamarte, de buscarte en suma, de procurar hacerme a espacios donde
estés es increíblemente fuerte, no hago sino pensar en ello, ideo planes que me
acerquen a ti, sin embargo, reconozco que aquellos deseos e incluso, muchas
veces su materialización resultan negativos, pues, nuevamente me sumergen en un
continuo dolor y confusión que me disminuye. No puedo pasar por alto esta
sensación, nadie puede, todos de una u otra forma sabemos en el escenario del
desamor que nos acercamos al peligro… ¿qué hacer? No necesitamos partir de la
tristeza que se anuncia bajo la advertencia del peligro, para vivir la alegría,
tener como escenario constante aquello que nos reduce para sentir la intensidad
de aquello que nos aumenta, por el contrario, podemos buscar y trabajar por
encuentros, vivencias y pasatiempos que, a pesar de que nos puedan afectar
negativamente, aspecto que no sabremos sino en el mismo encuentro y posterior a
él, sean signados y entendidos de tal forma que al pensar en ellos una vez han
pasado, destaquemos y tomemos lo bueno, lo que nos permite continuar.
Con el
paso del tiempo la presencia tuya duele menos y los momentos de encuentro
gradualmente, después de varios meses, se tornan positivos en la medida en que
me potencian. En caso de verte a diario, como sucedió por algún tiempo, debo
ser cauteloso, pues, el riesgo de volver a lo mismo, de creer que podemos
juntarnos de nuevo es inmenso, por tanto, evito y evitaré encuentros cercanos y
largos contigo. Un saludo respetuoso es un buen comienzo.
14
Hoy
compartes con otro hombre, con otra expresión de la vida, del amor. Hoy vives
tus alegrías y tus tristezas con otro. Tal vez, para muchos esta situación es
la más dolorosa, sin embargo, desde el primer momento en que supe de tu nueva
relación, hace al menos dos años, me convencí a mí mismo de que debía
festejarla, aplaudirla y desear para ella una buena duración. El amor siempre
es bueno, y un nuevo amor en vos es una alegría en mí. Imaginar tu alegría me
alegra, me aumenta. Desear tu tristeza me entristece, me disminuye, me estimula
en el rencor y la ira, pasiones tristes que día a día han desaparecido.
Después
de haberme cultivado en la reflexión y el trabajo en mí mismo, de haber crecido
en la vivencia del desamor, sabía que no podía imaginar o anhelar un devenir
negativo a esta nueva relación, por el contrario, tendría que considerarla como
algo que aumenta la vida, pues, si realmente te amo, es debido a que deseo tu
bienestar. Así las cosas, aunque sienta una leve espina en mí ser, siento tranquilidad
y regocijo. Sé que desear el bien trae también, bien, bienestar y tranquilidad.
En otras palabras, la vida nos entrega lo que damos, nos devuelve lo que somos.